La primera parada del día fue un pequeño pueblo situado entre las montañas de los Altos de Chiapas, un pueblo rodeado de misterio, de leyendas. Habíamos oido sobre este lugar que en su iglesia se celebran rituales religiosos tan antiguos como de los tiempos pre-hispánicos, desde sacrificios de gallinas hasta absorción de malas energías a través de huevos Un lugar habitado por una comunidad indígena de tzotziles llamada los chamulas, que había conseguido mantener en gran medida su cultura a pesar de los esfuerzos hispanos por imponer sus costumbres. El sitio en cuestión es San Juan Chamula.
San Juan Chamula
Nada más llegar a San Juan Chamula, no sé si influidos por la información que sabíamos sobre el lugar, ya sentimos que aquel pueblo no era un lugar común. Por las calles sus habitantes con vestimentas sencillas pero ideales para el clima frio habitual a esa altitud, a medida que te cruzas con ellos, los pocos que se atreven a mirarte, te hacen sentir que estás invadiendo un lugar sagrado, que eres aceptado pero sólo de forma temporal.
El primer lugar que te encuentras y que claramente te da pistas de que te encuentras en un lugar "diferente" es el cementerio. Morbosismo aparte, en él no encuentras lápida alguna, sino montículos de tierra bajo los que descansan los huesos de chamulas entre los que incluso se cree permanecen algunos de la época precolombina, y encabezando cada montículo, una cruz. Pero no una cruz "común", entiéndase por común la cruz cristiana importada por los españoles durante la conquista, sino cruces de madera de colores, concretamente verde, azul, negro y blanco. Según se cree, las negras para ancianos (mayores de 52 años), las blancas para niños y verdes y azules para el resto.
San Juan Chamula, cementerio
Esta cruz, aunque parezca mentira, proviene nada más y nada menos que de los tiempos mayas. Originariamente la cruz maya es de color verde forjada en madera, simbolizando la ceiba, el árbol de la vida para la religión maya, el cual divide el cielo y el inframundo. Como os podéis imaginar, los españoles estarían la mar de felices al ver que había tantas cruces al llegar al Nuevo Mundo, pensarían: "¡ya tenemos medio trabajo hecho!".
San Juan Chamula, cruces maya
El otro lugar de interés y principal motivo de visita a San Juan es la iglesia, sí, ésta sí que es católica, aunque en su interior no es que celebren rituales puramente católicos, sino mezclados con ciertos ritos paganos procedentes de la época maya. Lo primero antes de acceder a la iglesia, es pagar religiosamente la entrada, y lo segundo, tener bien claro que si osas a tomar una foto, te arriesgas a que alguna persona del pueblo agarre tu cámara y la estampe contra el suelo, ya ha habido casos así. El motivo no es que en el interior hagan algún tipo de acción ilegal, sino que según sus creencias al tomar una foto de una persona, estás robándole su alma, y a ninguno nos haría gracia algo así, ¿verdad? :-D Aunque con un poco de picardía y osadía por parte de Ewe, un par de fotos pudo sacar sin que nadie se enterase.
San Juan Chamula, iglesia
Nada más cruzar la puerta de la iglesia, enseguida te vuelves a dar cuenta que te encuentras en un lugar único,formado por grupos de personas, cada una concentrada en sus propios rituales. Ambiente con una ligera niebla producto de la quema de copal y mirra, lo que a su vez crea un olor penetrante y místico. Algunas personas haciendo sonar una música simple, repetitiva, a modo de mantra. Todo ello junto con la penumbra del lugar te produce un efecto de malas vibraciones, ¡esto es algo personal eh! A los lados de la iglesia, se encuentran figuras de varios santos, cada uno con su función dentro de las ofrendas. La mayoría de ellos vestidos con varias capas de ropa, en función del número de milagros que haya proporcionado a la comunidad, y una minoría colocados de espaldas, mirando a la pared, por no haber cumplido las peticiones del pueblo.
San Juan Chamula, santos en el interior de la iglesia
Una de las cosas que resulta curiosa es que dentro de la iglesia no hay bancos, ya que las personas que se encuentran orando en lengua totzil, lo hacen de rodillas sobre el suelo, encarando gran número de velas de diferentes tipos, en función del santo al que deseen realizar peticiones. Pero no sólo eso, pudimos comprobar que las leyendas eran ciertas, y eran varias las personas que con una bolsa llena de huevos en la mano, la pasaban alrededor de sus cuerpos y los de sus familiares con intención de que los malos espíritus y enfermedades queden absorbidos. Al igual que los huevos, habías familias con una gallina preparada para el mismo ritual. Los turísticamente atractivo y racionalmente más duro es el hecho de que una vez absorbida la mala energía, es necesario destruir de alguna manera el objeto en cuestión, ya sea enterrando el huevo o la gallina una vez descuartizadas. Lo siento para los más orbosos, pero no nos quedamos para ver el pase final del espectáculo.
Está claro que para visitar un lugar así hay que ir sin prejuicio alguno y con la mente abierta. No me refiero a que compartas las tradiciones que ahí se celebran, pero respetar las creencias de cada uno, por variopintas que puedan parecer. Aunque el hecho de ver que incluso había niños chamules participando en los rituales, nos hizo plantearnos ciertas cuestiones. Si ya desde niño creces con tradiciones así, a una edad en la que lo que te digan te lo crees, lo que ves que hacen tus padres se convierte en un dogma, se convierte en parte de tu cultura personal. Esos niños, ¿al crecer se plantearán en algún momento por qué hacen lo que hacen? ¿o simplemente ejecutan como robots lo que han interiorizado durante años? Y con esto podríamos referirnos en contextos más generales, no sólo en cuanto a la cultura chamula, sino a cualquier cultura del mundo.
Además, observar el gran culto que ofrecían a los santos, a través de figuras, vestimentas, velas, oraciones... Al igual que los antiguos mayas con sus dioses, los egipcios... Nos supuso una muestra más de la falta de responsabilidad por parte del ser humano, o mirándolo por la otra cara, el control de las religiones utilizando diferentes figuras en las que las personas depositen el destino de sus vidas. Soy de la opinión que cada uno es responsable de todo aquello que le pase, sea bueno o no tan bueno. Con cada pensamiento, cada palabra, cada acción y sentimiento estás sembrando tu destino. Si un negocio te va mal, una tormenta arruina tus cosechas, una enfermedad aparece en tu vida, en mi opinión, piensa por qué ha sucedido eso, conocéte a ti mismo para saber por qué atraes algo así, sea bueno o no. Cuánto cambiaría el mundo si comenzásemos a responsibilizarnos de nuestras vidas, y no dejarlas en manos de santos, doctores, políticos...
Tras esta mística experiencia en San Juan Chamula, el siguiente destino del día fue otro pueblo tradicionalmente indígena tzotzil, Zinacantán. No sé si fue porque veníamos de la intensa experiencia en San Juan Chamula, pero a visita a Zinacantán aenas nos ocupó un rápido paseo por la plaza principal del pueblo observando los tradicionales trajes de la región y un par de calles más buscando tortillas hechas a mano sin mucho éxito. Eso sí, fue muy curioso el hecho de que a pesar de haber varios grupos de personas indígenas agrupados en torno a la iglesia y la plaza principal, en el pueblo reinaba un silencio y calma inquietantes. Veíamos como los habitantes se reunían para estar todos juntos, pero en silencio, simplemente disfrutando con su compañía. En muchas ocasiones y según con quien, no son necesarias las palabras para hablar.
Zincantán, grupo de hombre en junto a la iglesia
Zinacantán, grupo de mujeres indígenas
Y como última visita de este interesante día, nos esperaba una de las principales joyas que hemos descubierto en México, San Cristóbal de las Casas. ¿Os acordáis del centro histórico de Campeche? Con las casitas de colores, en plan cuento... Pues San Cristóbal es algo parecido, si parecer tan artificial, pero además agrégale un ambiente muy cultural, viajero, joven, espiritual, restaurantes vegetarianos, terracitas para tomar un buen café, mercados con artesanía local... Un paraíso para dos vegetarianos aficionados a los viajes, la vida espiritual y a disfrutar de la tranquilidad de una tazá de té o de café en un local auténtico.
San Cristóbal de las Casas
San Cristóbal de las Casas
Disfrutando de un delicioso almuerzo vegetariano
Además, durante el agradable paseo por la ciudad pudimos sumergirnos un poco más en la cultura chiapanenca tomando una de las bebidas más tradicionales de la región, el pox. Es un licor de maíz (elote en México), bastante fuerte, que hace honor en forma alcohólica al principal producto de la zona, tanto hoy en día como en la cultura maya, ya que según su creencia el primer hombre fue creado a partir de maíz. En la siguiente foto, de no muy buena calidad, no tenéis a los caracoles y Benjamin disfrutando del ritual del pox, que a diferencia del tequila, se toma con una rodaja de naranja y un trozo de cacao. La verdad que prefiero esta opción al limón y la sal...jeje
Los caracoles y Benjamin en pleno ritual de pox
Sin embargo, con lo ajetreado que había sido el día, apenas tuvimos una hora para disfrutar de San Cristóbal con la luz del día, por lo que con lo poco que habíamos percibido del lugar, nos quedó más hambre por ver el lugar. Cosas del destino, o más bien, de nosotros, nos llegó una invitación para volver al de un par de días a San Cristóbal, una invitación para dar un pasito más en uno de los objetivos del viaje, visitar una escuela de educación alternativa llamada el Pequeño Sol. Pero para no bombardearos con tanta información en un sólo día, mejor dedicar un post a la visita y así compartir con vosotros algunas reflexiones sobre una de mis grandes pasiones, la educación. ¡Nos vemos!
"Si damos un paso para lograr realizar un utopía ésta se alejas un paso; si damos dos pasos, también se aleja dos pasos; así que la utopía sirve para caminar". Osho, El libro del ego.
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