Así que desde la ya inolvidable Potosí, tomamos un nuevo bus que añadir a la lista, y rumbo al pueblo de Uyuni. Y esto a pesar de algunas informaciones no muy ilusionantes que nos habían llegado respecto al lugar y a los tours que se realizan por el salar. Como habituales protestas que suele haber en Uyuni, que suelen provocar el cierre del pueblo, tanto para salir como para entrar, noches a -20º, conductores de los tours que van borrachos y te arruinan una experiencia que podría ser maravillosa... Pero bueno, ya sabéis, fieles a nuestra filosofía, mejor experimentar las cosas por uno mismo para poder valorarlas.
Nada más llegar a Uyuni, la primero impresión fue: "¿Frío? ¡Qué exagerada es la gente! Comparado con Potosí se está de maravilla." Un gran error hacerse ilusiones de ese tipo a las 17:00, cuando el solecito calienta, y en un lugar en el que las temperaturas diurnas y nocturnas pueden oscilar los 30º de diferencia. Pero lo primero era lo primero, buscar alojamiento, el cual ya teníamos referenciado gracias a nuestro viejo amigo viajero Victor, y los segundo una vez "acomodados", buscar agencia para comenzar el tour al día siguiente.
En este sentido seguro que nadie tendrás problemas para encontrar alguna agencia en Uyuni, ya que el principal negocio del pueblo, yo creo que más incluso que la venta de sal, es el turismo gracias al salar. La oferta, similar en todas ellas, tour de 1,2 o 3 días. Para viajeros escasos de recursos económicos y/o tiempo, el tour de 1 día es su opción, centrado en la visita al salar. Para aquellos con más tiempo y algo más de dinerito, se suele escoger el tour de 3 días, al que se añaden excursiones por diferentes lagunas, paisajes desérticos, dormir en un hotel de sal... En nuestro caso, ya que de tiempo vamos sobrados y aunque no tanto de dinero, escogimos el tour de 3 días. Los precios que preguntamos fueron similares en varias agencias, unos 750 bolivianos, que aunque no es algo prohibitivo para una persona que trabaje en Europa, para una persona local es algo prácticamente imposible de afrontar... Pero como suele pasar, donde ellas extranjeritos con dinero, que se quite la gente local... Ains...
Así que tras sufrir la primera noche a temperaturas bajo cero en un hotel sin calefacción ni agua caliente, pero con el ánimo por las nubes, bien prontito por la mañana comenzamos el ansiado tour por el salar de Uyuni. Pasaríamos los 3 siguientes días la mayoría del tiempo metidos en un jeep con nuestro querido guía-conductor, y otros 4 turistas alemanes, que en un principio parecía que no impondrían su myoría lingüística y en inglés nos presentamos y comenzamos muy animadamente la excursión.
La primera parada, común para todos los tour, es el cementerio de trenes próximo a Uyuni. El hecho de que todas las agencias oferten lo mismo es lo que tiene, que al llegar a cada punto te encuentras con decenas de jeeps y centenes de turistas ejercitando el dedo índica sobre el botón de las cámaras.
Concentración de tours en el cementerio de trenes
Los "cadáveres" metálicos que habitan este cementerio, son prueba del gran desarrollo minero que esta zona de Bolivia vivió a finales del siglo XIX, lo que entre provocó la llegada del ferrocarril al país, y así mejorar la comunicación y transporte de mercancías entre diferentes localidades mineras. Sin embargo, los años no perdonan, y poco a poco aquellas máquinas tan innovadoras que andaban sobre unas barras de hierro fueron quedando en el olvido, y cual ancianos que son abandonados en el asilo, los trenes fueron formando parte de este museo al aire libre, que transmite una mezcla de historia, tristeza, perdurabilidad, y contraste entre el desierto creado por la naturaleza y la máquina creada por el hombre.
El cementerio de trenes en hora punta
Ewe cumpliendo su sueño infantil de ser maquinista
Tras abrir boca en el cementerio y hacer una parada "técnica" en la tienda de un pueblo con precios altísimos, para reponer víveres en caso necesario, comenzamos ya la incursión por el principal atractivo de aquellos días, ¡el salar!
Como no podía ser de otra forma, aquí va el clásico párrafo cultural como introducción al lugar. El salar de Uyuni es el mayor desierto de sal del mundo, con más de 10000 metros cuadrados y una media de 3650 metros sobre el mar, ocupando un área que hace más de 40000 años estaba cubierta por el lago Minchín,, y posteriormente, por el lago Tauka, llegando a un nivel de más de 100 metros por encima de la altura actual del salar. A esto siguió una época especialmente cálida y seca, provocando la reducción de los lago hasta que finalmente se secaron quedando el actual salar, el cual proporciona importantes reservas de sal, litio, potasio, boro y magnesio.
En cuanto al negocio de la sal, según nos comentaron la extracción está reservada para unas pocas comunidades cercanas al salar, en las que varias familias se dedican pala en mano a formar montículos de sal para su secado, para posteriormente cargarlas en camiones que la llevarán a las plantas de refinado.
Montículos de sal en proceso de secado y al fondo camión transportando sal seca
Nuestro "dicharachero" guía en plena explicación
Ya con la introducción teórica al salar y con los primeros "¡ooohhh!" a medida que nos adentrábamos en aquel desierto blanco que parecía no tener horizonete, nos dirigimos a la siguiente parada del día, un lugar donde almorzar y poder deleitar la imaginación para hacer las famosas fotos en perspectiva comunes en toda visita al salar. Al final, como en el proceso no sólo dependes de tu creatividad y paciencia, sino de la habilidad de la persona que te hace la foto para poder tener algo digno de enseñar, al final nos quedamos con apenas unas poquitos fotos.
Monumento de sal en honor a la etapa del Dakar 2014 que pasó por el salar
¡Estoy para comerme!
¡Fuerza polaca!
Tras hace un poco el payasete y tranquilizar los estómagos con las delicias gastrónomicas de nuestro guía-conductor-cocinero, tocaba poner rumbo a otra de las joyitas de la zona, la isla Incawasi, en quechua, la casa del inca. Esta isla, que según he podido saber, en todas las agencias te la venden erróneamente como la "isla del Pescado", ya que en realidad la isla del Pescado se encuentra a 22 kilómetros de la isla Incawasi. ¿Y qué tiene de particular esta isla para ir a visitarla? Básicamente, lo habitual en las "islas" que hay en el salar, cactus gigantescos que llegan hasta más de 10 metros, y en particular, unas vistas preciosas de 360ª de la inmensidad del salar, que junto con el claro color del cielo crean un cuadro que ni el más talentoso artista.
Isla Incawasi y sus típicos cactus
Vista del salar desde la isla
Vista del salar y el convoy de coches de los tours
Hasta aquí es lo que dió de sí el primer día del tour, y aunque no lo creáis, prácticamente hasta ahí dió de sí todo el tour, ya que en el primer día se ven, al menos en esta época y en mi opinión, los atractivos más interesantes. Todo hay que decir, que debido a la época invernal en la que estábamos, otras visitas que según te dicen son increíbles, como las lagunas coloradas, pierden todo su atractivo al estar congeladas.
Laguna colorada congelada
Por otro lado, seguro que en este sentido también influye mucho las circunstancias de cada viajero a la hora de apreciar en menor o mayor medida el tour. En mi caso, ya son muchos los lugares visitados, como desiertos sobrecogedores en Jordania y Egipto, o flamencos como los cientos vistos en México; a pesar de que cada lugar es diferente y tiene su encanto particular, creo que durante este tour las experiencias previas lograron que no apreciase en mayor medida el regalo que en esta ocasión me estaba regalando la vida.
Flamenco sobre una laguna congelada
Flamenco
En los olorosos geisers.
Geisers
Ok, estábamos en un lugar único del planeta, con el salar más grande del mundo, y paisajes difíciles de encontrar en otro lugar. Todo ello se estaba viendo empañado por otros factores, como un guía-conductor digamos... algo tímido y unos compis de viaje para nada tímidos pero algo despistados en cuanto a darse cuenta de la gente que hay a su alrededor. Pues por si esto no fuera poco, se unieron las más pesimistas predicciones meteorológicas en cuanto al frio, llegando por la noche a -20º, sumando a esto el hecho de que las agencias, por el tema de ganar buen dinerito, te meten las dos noches en alojamientos bastante rústicos, sin calefacción, ni una misera estufa eléctrica, en los que sobre todo la segunda noche, hacía la misma temperatura en la habitación que afuera. Agrégale a eso un vaso de vino casi congelado que provocó en el estómago de Ewe una reacción estilo bomba, y ya tenemos la noche más romántica y apasionada de nuestras vidas... :-D
En definitiva, fueron 3 días de tour que bien podríamos haberlos dejado en uno. Pero claro, para llegar a es conclusión hay que experimentarlo por uno mismo. Tuvimos momentos para todo, risas iniciales con los compañeros alemanes, risas posteriores con otros viajeros españoles, la paciencia a flor de piel con nuestro conductor, pero sobre todo, el recuerdo de un lugar y unos paisajes que el paso del tiempo seguro irán idealizando poco a poco, logrando que el frio pasado y el dolor de culo por pasar tanto tiempo en el coche vayan quedando en el olvido. Espero que para la gente del alojamiento de la segunda noche, también quede en el olvido la mezcla de vino con la cena que Ewe les dejó en el lavabo... jiji.
Y con el salar de Uyuni ponemos punto y seguido a otra etapa del viaje, se acabaron las aventuras por tierras bolivianas para comenzar una ilusionante fase por la tierra de los gauchos y el tango. Pero la llegada a Argentina y las primeras impresiones entre asados y yerba mate quedaran para el próximo post. ¡No nos abadonéis a estas alturas!
¡Un abrazo!
"Si me hubieron hecho objeto sería objetivo, pero me hicieron sujeto." José Bergamín, escritor español.
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