Llegamos a Potosí sobre las 6 de la mañana, bonita hora para tratarse del invierno andino, y sobre todo para ser la ciudad con más de 100000 habitantes más alta del mundo, a un promedio de 3900 msnm, ¡vaya frío! De ese que se te mete hasta los huesitos... Bueno, paciencia, a tomar un taxi y rumbo a un hostal del que teníamos buenas referencias, sobre todo en cuanto a la celfacción y el agua caliente. Pero el viaje de 10 minutos desde la terminal de buses hasta el hostal nos deparaba una experiencia surrealista... Un "taxista" borracho llevando de copiloto a su compañero de parranda en el mismo o peor estado, que por suerte lo que es la conducción no fue del todo mala para cómo iban, pero la orientción ya era otra cosa... Menos mal que tras pasar varias veces por el mismi lugar, echamos mano del GPS del móvil, y les fuímos dirigiendo hacia el hostal, eso sí, oyendo cada 5 segundos: "ustedes tranquilos que les dejamos en la puerta misma del hostal", "ustedes no desconfíen, que sabemos cómo llegar". La paciencia es una de las virtudes que más está disfrutando de este viaje...jeje.
Calle de Potosí
Bueno, ya que hemos llegado a Potosí y estamos sanos y calentitos en el hostal, hablemos un poco de su interesante historia, protagonista del pasado y presente de toda América Latina. Concretamente, hablar de la historia y origen de Potosí es hablar de la montaña que ha sido testigo y razón de la existencia de esta ciudad. el Cerro Rico, en quechúa Sumaj Orcko.
Plaza de Potosí, con el Cerro Rico al fondo
¿Os acordáis allá cuando andábamos por Perú que hablábamos mucho de los incas, su historia, su desaparición...? Pues los amigos incas llegaron incluso hasta estas tierras del sur de Bolivia, (y mucha más allá), donde uno de los principales reyes incas que conquistaron estas tierras fue Huayna Capac. El rey inca, al llegar a la zona que luego sería Potosí y ver el majestuoso cerro, comentó muy acertadamente: "Este sin duda tendrá en sus entrañas mucha plata", ¡buen ojo eh!
Así que haciendo caso de su intuición, mandó a un grupo de hombres hacia la montaña para comenzar a extraer el preciado metal. Sin embargo, en el momento en que los incas iban a empezar a excavar el cerro, oyeron un gran estruendo seguido de una voz que les dijo: "No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños". Pasado el susto, los incas que habían presenciado la llamada divina se fueron rápidamente al encuentro de Huayna Capac para avisarle de lo sucedido, mientras le contaban la anécdota, expresaron la palabra "Potocsi", que en quechúa significa "dio un gran estruendo", palabra que con la habitual costumbre de los españoles, incluso hoy en día, de adaptar todo a su idioma, se convirtió finalmente en el nombre de la localidad, Potosí. Tal advertencia procedente según ellos creyeron de la propia Pacha Mama, la Madre Tierra, no podía ser ignorada, así que a pesar de tener al alcance de la mano ese suculento caramelo, prefirieron hacer casoy dejar la montaña intacta hasta que llegasen sus "verdaderos dueños". Para lo cual no hubo que esperar mucho, ya que 83 años después, los colonizadores españoles descubrieron el cerro, y para estos ni voces divines ni Pacha Mamas que les detenga, la vocecita de la ambición, el ego y el poder era mucho más dominante para ello.
La base del Cerro Rico
Gracias a la plata extraída del Cerro Rico, Potosí se convirtió en el centro económico de los virreinatos de Perú y Río La Plata, lo que provocó a su vez un crecimiento caótico de la ciudad a pies de la montaña, la cual experimentó un aumento rapidísimo de la población, llegando incluso a tener más habitantes que la ciudad española de Sevilla. Tal fue la importancia que adquirió Potosí, que en 1572 se comenzó con la construcción de la Primera Casa de la Moneda de Potosí, abastecedoraa principal de monedas para el reindado español. Esta Casa de la Moneda, no escapó a la dualidad reinante hasta hoy en día, y aunque supuso suculentos beneficios para algunos, también supuso la desgracia para otros. Ya que la mano de obra necesaria en la Casa de la Monedaa supuso la llegada de esclavos negros procedentes de África, que junto a esclavos indígenas sufrieron las inhumanas condiciones del trabajo de acuñación entre ardientes hornos, tóxicos gases y esfuerzos sobrehumanos. Estas condiciones, provocaban que junto con el gélido clima de la zona, la mayoría de esclavos apenas durasen unos años de trabajo.
Representaciones de esclavos trabajando en la Casa de la Moneda
A mediados del siglo XVIII, se produjo una gran crisis de la corona española, en gran parte causada por una nobleza de lujos e improductiva y guerras inútiles, (mmhh... parece una prueba más que la historia no parece tan historia). Como solución, se intentó impulsar de nuevo la plata de Potosí, y entre las medidas se proyectó la construcción de una Segunda Casa de la Moneda, con técnicas e infraestructura más modernas, no escatimando en gastos. Hasta extremos en que al finalizar la construcción de la nueva Casa de la Moneda, el rey español Carlos III, comentó al enterarse de los costos de la obra: "¡todo el edificio debe estar hecho de plata pura!".
Fachada de la Segunda Casa de la Moneda
Patio principal de la Casa de la Moneda
De esta forma, hasta 1825, la cosa siguió más o menos estable, los españoles seguían sangrando la montaña y las personas, y se frotaban las patitas antes tal fuente inagotable de metal precioso. Pero ese mismo año, con la creación de la República Independiente de Bolivia, se pasa de la fabricación de moneda española a la moneda republicana, hasta 1953, cuando finalizó el trabajo de producción de la Casa de la Moneda para posteriormente pasar a ser el actual museo. Se cerró así una época de 400 años que marcó no sólo la historia de Bolivia, sino de todo América.
O quizá esta historia no esté del todo cerrada para algunos... Actualmente, el trabajo minero en el Cerro Rico sigue siendo la principal actividad económica de Potosí. Evidentemente los españoles ya se encargaron de prácticamente agotar las reservas de plata, pero aún hoy en día se puede estrujar un poquito más a la agotada montaña, y seguir sacando minerales como zinc, estaño y plata de baja calidad. Pero aunque parezca mentira, aún se puede explotar un poquito más al famoso Cerro Rico, aunque no a través de sus entrañas, sino a través de su historia y su presente, a través de voraces turistas deseosos de en su camino ver cuanto más cosas emocionantes mejor, lo cual evidentemente es aprovechado por decenas de agencias de turismo, que ofrecen infinitos números de tours para visitar una mina y hacer las delicias de cámaras fotográficas sin escrúpulos.
El formato de los tours, prácticamente en todas las agencias es lo mismo. Pagas entre 60 y 150 bolivianos, (unos 7 a 16 €), de los que supuestamente 10 van para los mineros de la mina a visitar. Tras comentarte que vivirás una experiencia única e inolvidable, de lo cual no les falta razón, te llevan hacia la primera parada, el barrio de los mineros, concretamente al mercado minero, donde te aconsejan comprar agún regalo para los mineros que te puedas ir encontrando en la mina. Los productos estrella: hojas de coca, la inseparable amigo de los mineros y bolivianos en general, que ayuda con el mal de altura y según dicen con la inhalación de los gases del interior de la mina; botellas de refrescos gaseosos, para calmar el sofocante calor de las minas y de paso meter un poco de azúcar al cuerpo para aguantar el trabajo; cartuchos de dinamita con los que los trabajadores puedan seguir sangrando la montaña, y con suerte para el turista más intrépido, podrá presenciar cómo detonan el explosivo delante de tus ojos.
Vendedora de coca en el mercado minero
Tras comprar los regalitos, toca el turno de los disfraces. Mono de trabajo, casco, botas, luz frontal y una mochila-saco donde proteger la caḿara de que se golpee o ensucie dentro de la mina, yendo más protegida que incluso la mayoría de los mineros. Una vez enfundado el disfraz de turista-minero, toca subir al colectivo para dirigirse hacia la entrada a la mina, transporte en el que los turistas-mineros nos juntamos con los trabajadores-mineros. A simple vista, apenas hay diferencias, aparte de claro está las cámaras de fotos y las diferencias de rasgos físicos. Pero mirando bien las caras, en los turistas-mineros se observa esa chispa de emoción, esa ilusión por descubrir un nuevo mundo, que se convertirá en su propio mundo durante un par de horas. En los trabajadores-mineros, sin embargo, no se percibe chispa alguna, quizá en algunos la provocada por las hojas de coca y el alcohol ingerido como preparativos para la jornada laboral, no hay sonrisas, apenas hay intercambio de palabras, en ellos no hay ilusión por descubrir un mundo nuevo, ya que ese mundo lo conocen de sobra, ese mundo es el que día a día les sumerge más y más en la oscuridad, no sólo física, sino también interior.
Mineros y turista australiano, ¿Oberváis quién es el único que sonríe en la foto?
Ya llegados a la entrada de la mina, empiezan las explicaciones sobre la situación del trabajo minero en el Cerro Rico. Básicamente existen 3 tipos de minas: privadas, estatales y las cooperativas. Según me contaron, en las privadas es en las que un minero consigue una mayor estabilidad laboral y mejores condiciones de seguridad, mientras que en las cooperativas, las más comunes, existe un persona o personas propietarios de los derechos de explotación de un trozo de mina, es decir, cuanto más mineral saques más dinerito para el bolsillo. Un cuchillo de doble filo, no hay regulaciones en cuanto a los límites de tiempo que un minero puede trabajar al día o a la semana, cuanto más trabajas más ganas, lo que hace que la mayoría de cooperativistas dediquen la mayor parte de su vida a la oscuridad de la mina. Así podrán algún día comprar la deseada casa, o dar una buena educación a sus hijos, ya que desgraciadamente sigue existiendo ese prejuicio económico en la educación. Pero... ¿a costa de qué estos mineros pretende dar una "buena" vida a su familia? Prácticamente de la vida.
Minero en plena faena sin apenas espacio
Evidentemente, para saber todo esto que os estoy contando sobre las penurias que pasa un minero, no es para nada necesario hacer un tour a las minas. Tanto Ewe como yo hablamos bastante del asunto, leímos diferentes blogs y foros de viajeros sobre experiencias en la visita a las minas de Potosí, en todo lo que leímos, una impresión común, del tipo: "no te puedes ir de Potosí sin visitar las minas", "una experiencia increíble y extrema", bla, bla, bla... Ya durante el viaje nos hemos encontrado atracciones turísticas que ponen en evidencia el interés humano por sentirse vivo a través de la adrenalina, atracciones que nos cuesta bastante entender dicho emoción de jugarse la vida. Pero en este caso, estamos hablando de todo un circo con el ser humano como centro de atención. Tras hablar del tema, llegamos a la conclusión que es vergonzoso que actividades así se realicen. Que miles de turistas, con la adrenalina a tope por entrar en ese mundo desconocido, lleno de gases y calor asfixiante, con sus cámaras en plena acción, asistan al trabajo diario de las minas, regalen hojas de coca y gaseosas a los mineros como si fuesen animales en la jaula de un zoo, e incluso pidan que les dejen una pala para sacarse una foto en modo minero para hacer las delicias de su perfil de Facebook.
A pesar de llegar a estas conclusiones, por mi parte decidí participar en uno de los tours. ¿El motivo después de todo lo que he dicho hasta ahora? Básicamente que nos pareció sorprendente que entre tantos viajeros que habían visitado las minas, prácticamente ninguno se hiciese eco de las implicaciones sociales y humanas que todo este negocio envuelve, y a través de mis propios ojos y experiencia queríamos contar en el blog la realidad que viví dentro de la mina. No tanto una realidad sobre el calor que hacía o la sensación de agobio, sino una realidad humana, a través de preguntas hechas al guía relacionadas con la dignidad y valores humanos.
Como era de esperar, ante varias preguntas que fui haciendo sobre el tema, tanto el propio guía como otros turistas con los que hice el tour, reaccionaron como era de esperar. "Estos mineros tienen una familia, y necesitan ganar dinero como sea para dar de comer a sus hijos", "tú eres europeo, y es fácil decir que ninguna persona debería realizar un trabajo así habiendo crecido en las condiciones que tú has hecho". Mirad, no soy padre, pero igual que todos vosotros, soy hijo. Y como tal, si tengo que escoger entre un padre que me paga un colegio privado de lujo, y me proporciona un hogar y comida cada día, pero a costa de apenas verle durante todo el día, y el poco tiempo que le veo es con ese aliento a alcohol, y ese rostro cabizbajo que apenas se atreve a mirar a las personas a la cara; o un padre que quizá no gane tanto dinero, quizá pase algo de frio en la casa donde vivimos, quizá tenga que comer lo mismo la mayoría de días, pero a cambio disfruto de su compañía cada día y puedo contarle cada día como me fue en el colegio. Yo al menos tengo clara mi elección.
Porque con todo esto no estoy hablando de mineros, ni de bolivianos, ni de gente que nace en Potosí, sino que estoy hablando de algo universal. Como es el hecho de responsabilizarnos de nuestra vida, todos creamos la vida que tenemos a través de nuestras decisiones. Por supuesto que factores como el lugar donde nacemos o nuestra familia hacen el camino diferente, pero no son una excusa para decir que no tenemos otra opción. No me creo que TODAS las personas nacidas en Potosí en una familia económicamente humilde, no hayan tenido otra opción que la de trabajar en la mina. Mientras haya una sola persona de Potosí que haya conseguido ganarse la vida de forma digna, saludable, que le permita desarrollarse como persona y como padre de familia, querrá decir que siempre hay otra opción.
¡Un abrazo!
La disposición a aceptar la responsabilidad de nuestra propia vida, es el origen de donde surge el autorespeto.. Joan Didion, escritora y periodista estadounidense.
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