Pero, ¿qué es lo que tiene Sucre comparada con el resto de Bolivia para que sea tan atractivo? En primer lugar, sobre todo siendo invierno como ahora, ¡que tiene un clima buenísimo! Calorcito por el día y un poco de fresquito por la noche. Y segundo, que es una ciudad cuyo centro se parece más a un pueblito de estilo colonial en el que todos se conocen que a una gran ciudad, centro en el que se concentra gran parte del pasado histórico boliviano. Dudo que con esta breve descripción Sucre haya conseguido robaros el corazón, así que mejor explayarme un poco más acerca de la segunda ciudad de Bolivia declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, tras Potosí.
Ya comenté en el último post, que el camino para llegar a Sucre desde Cochabamba podría decirse que no fue del todo placentero. Sino que lo más placentero es el hecho de poder contarlo... A esto se unió el hecho de que como con el kamikaze del conductor quinceañero llegamos hora y media antes de lo previsto, ahí estábamos, a las 4 de la mañana, con la terminal aún cerrada, en la fria noche de Sucre... Por suerte, si a alguna ciudad de Bolivia tienes que llegar a esas horas sin alojamiento reservado mejor que sea Sucre, ya que nos dirigimos a un hostal que nos había recomendado una pareja francesa que conocimos en Cochabamba, y a pesar de la cara de dormido del encargado, aceptó que nos quedásemos esa misma noche a muy buen precio.
A la tarde del mismo día, ya descansaditos, duchaditos y bien alimentados, comenzamos con la exploración de la capital de Bolivia. Ya al llegar a la plaza central, conocida como 25 de Mayo, fecha en que comenzó la independencia de América Latina, pudimos comprobar que las afirmaciones que dicen que es la plaza más bonita de Bolivia tenían su punto de razón.
Diferentes vistas de la plaza 25 de Mayo
Protegida por edificios coloniales, la catedral metropolitana o el palacio de Gobierno, y con su corazón palpitante de palmeras, limpiadores de zapatos, la vida social de la ciudad en pleno esplendor, y la estatua de Jose Antonio Sucre en el centro, mano derecha del libertador Simón Bolívar durante la independencia de Sudamérica, y primer presidente de Bolivia.
Tras una paradita en la oficina de turismo, (¡cuánto tiempo sin poder visitar una!), y aún con el subidón de la llegada al nuevo destino y de poder estar en la calle con menos de 3 capas de ropa, nos dirigimos a la primera visita cultural en Sucre, la imprescindible Casa de la Libertad, un importantísimo icono en la historia de este país andino, antes conocido como el "Alto Perú", ya que en este edificio fue donde tal día 6 de Agosto de 1825, se firmó el Acta de Independencia de la República de Bolivia.
Entrada de la Casa de la Libertad
La Casa de la Libertad, está dividida en diferentes salas, como la sala virreinal, con objetos de los siglos XVI, XVII y XVIII, y con explicaciones de la historia de la actual Bolivia, desde su conquista inca hasta su independencia; la sala de los guerrilleros, como homenaje a aquellos que lucharon por la liberación del país, con objetos tan simbólicos como la espada utilizada en varias batallas por Jose Antonio Sucre o la primera bandera argentina; la sala de los diputados, en homenaje a los miembros del Senado que participaron en la Asamble de Independencia... Pero destaca por encima de todas la Sala de la Independencia, tanto por belleza, dimensiones y significado. En esta sala, ahora presidida por los retratos de Simón Bolívar, Jose Antonio Sucre y el general José Balivián, fue donde se reunió el primer Congreso Constituyente de la Nación y se firmó el Acta de la Independencia de Bolivia. Una sala en la que por su genial estado de conservación y reproducción, no es difícil viajar casi 600 años atrás, y sentir esa mezcla de alegría, orgullo y liberación al celebrar al acto de independencia.
Sala de la Independencia en la Casa de la Libertad
Visitas históricas aparte, Sucre es de esas ciudades-pueblo que ya es una delicia simplemente pasear por las calles del centro, adornadas por bonitos edificios blancos, o alejarte unas pocas cuadras para disfrutar de las voces infantiles y la prueba de paciencia de los padres en alguno de los parques que ponen la nota verde a la ciudad.
Calle del centro de Sucre
Teatro Municipal de Sucre
Parque Bolívar en Sucre
Otra de las actividades sumamente recomendables a hacer en Sucre, es darse un pequeño paseo hasta el Museo de Arte Indígena, durante el que pondréis a prueba los glúteos subiendo las empinadas cuestas, lo que a su vez te recompensa con unas boonitas vistas de la ciudad, aparte de llegar al mencionado museo. El museo ofrece una exposición sobre las costumbres y cultura de las principales etnias de la región de Chuquisaca, como son la Jalq'a y Tarabuco, sobre todo centrado en su faceta más característica, la confección de textiles.
Plaza de la Recoleta
Vistas de Sucre
Pero de este tema ya hablaré con más profundidad en el siguiente post, en el que os contaré una trabajo de investigación exhaustivo sobre las comunidad Jalq'a... Simplemente comentar que la visita al museo merece mucho la pena, en un primer momento por abrir nuestros ojos a nuevas etnias y nuevas esperanzas sobre el mantenimiento de bonitas costumbres, y posteriormente por abrir nuestra conciencia hacia el sentido crítico y la necesidad de experimentar todo de forma personal para poder valorarlo.
Sobre la comunidad Tarabuco, simplemente comentar que nos acercamos un día a su famoso mercado artesanal dominical. Mercado que de artesanal poco tiene, ya que está compuesto en una parte por indígenas vendiendo las típicas ropas y productos bolivianos que te encuentras en cada ciudad turísticas, seguramente fabricados en China, y por otra parte, la más local, gente vendiendo DVDs, ropa o los productos obtenidos de las cosechas.
Niños de Tarabuco con almas de modelo
Perspectivas del mercado de Tarabuco
Y como no, no podía faltar la sección gastronómica dedicada a Sucre. Sin muchas novedades en cuanto a descubrimientos de productos locales, pero grandes experiencias sobre todo en el restaurante vegetariano Condor Café, protagonista de largas horas de buena comida y conversación, y en el mercado central, en el que de nuevo, pudimos disfrutar de uno de nuestras aficiones favoritas en Bolivia, jugos y ensaladas de frutas a precios baratísimos y de calidad que daban ganas de llorar cada vez que se terminaba.
En el paraíso frutal del mercado central de Sucre
En resumen, Sucre nos regaló unos maravillosos días de calor que ya casi habíamos olvidado, días de descanso por la altura, días de sentirnos de nuevo en un lugar como en casa. Lo prometido es deuda, así que no os perdáis el próximo post en el que os narraré las aventuras y desventuras para llegar a las comunidades Jalq'a y poder ver con mis propios ojos una realidad bien distinta a las que nos habían contado.
¡Un abrazo!
"Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad". Mario Benedetti, poeta uruguayo.
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