Desde que estuvimos en Colombia, por
nuestra mente había estado rondando una idea continuamente, una
experiencia que para todo amante de la naturaleza que viaja por
América Latina no puede perderse, ¡visitar la selva amazónica!
Pero una cosa es pensarlo, y otra cosa es hacerlo. Es fácil mirar el
mapa, ver esa gran extensión de selva que ocupa Colombia, Ecuador,
Brasil, Perú... y pensar, ¡ok, vamos allí! Porque precisamente por
ser selva, en la mayoría de casos para llegar al lugar civilizado
más cercano se ha de tomar un avión o un barco por varios días.
Entre las diferentes posibilidades,
como volar desde Bogotá a Leticia, o la selva amazónica en Ecuador,
o en Perú, finalmenre optamos, según recomendaciones de algunas
personas que conocen bien la selva amazónica, por retrasar uno de
los platos fuertes de nuestro viaje para nuestra llegada a Perú,
concretamente llegando a Iquitos, al norte del país, y desde ahí
disfrutar en la medida de lo posible de las maravillas naturales
selváticas.
Hecha ya la introducción sobre
nuestros conflictos mentales acerca de la visita a la selva,
recordemos que estábamos en Chachapoyas, capital del departamento de
Amazonas. Para llegar desde aquí a Iquitos hay sólo dos opciones, o
por aire o barco, y es que Iquitos es la ciudad más grande del mundo
a la que no se puede acceder por vía terrestre. Como los vuelos eran
bastante caros, optamos por ir por tierra, como siempre mucho más
gratificante. Para ello, debíamos para en Tarapoto, a unas 8 horas
de Chachapoyas, y ya cerca de Yurimaguas, pequeña población desde
la que se ha de tomar el barco que te lleva a Iquitos.
En cuanto a la estancia en Tarapoto,
poco que contar, es una ciudad grande, con mucha contaminación,
tanto ambiental como acústica, debido en gran parte a los cientos y
cientos de motocarros que circulan por sus calles, como si cada una
fuese un instrumentto desafinado de una orquesta, en la que además
cada uno suena a su bola... Lo que te hace dudar más de una vez si
nos hemos teletransportado hacia la capital tailandesa o si de verdad
seguimos en Perú... Eso, unido al sofocante calor propio de la
región, no nos hizo muy apetecible quedarnos muchos días ahí. Los
justo para visitar una de las cascadas más conocida de la zona, la
cascada de Ahuashillacu, que aunque no tan impresionante como la de
Gocta, en esta se podía disfrutar de un bañito muy rico; y la
laguna Azul, resort turístico, con bellos paisajes, pero que si nos
vas con dinero se hace difícil disfrutarlo al tener que moverte en
barca para acceder a sus playas.
Cascada de Ahuashillacu
Aunque a decir verdad, sí que hubo
algo en Tarapoto que hizo nuestra corta estancia de 3 días mucho más
placentera, esta vez a través de nuestro sentido del gusto, y sobre
todo a través de nuestro sentido social, gracias a la deliciosas
cenas de las que disfrutamos en el restaurante Krishna Bhog, un
restaurante hindú-vegetariano, llevado por un matrimonio que nos
hizo sentir cada noche como si fuésemos a nuestras propias casa a
cenar, con la mesita preparada sólo para nosotros, una cena
diferente cada noche cocinada con mucho amor, y una pequeña tertulia
después de la comilona para conocer un poco más de la cultura hindú
y la vida en Tarapoto.
Los caracoles con la maravillosa cocinera del Krishna Bhog
Tras la escala en Tarapoto, tocaba
comenzar la aventura de varios días que nos esperaba para llegar
hasta Iquitos, ya que como he dicho antes, debíamos llegar por vía
fluvial, y no os penséis que aunque el Amazonas sea algo muy
conocido, los barcos para llegar hasta ahí son cruceros de lujo de
esos que te dan la pulserita, ¡ni mucho menos! Después de pasar una
noche en Yurimaguas en un hostal de mala muerte, y pasamos esa noche
porque no nos quedó más remedio al no salir el barco el día
anterior, preparamos todo para comenzar el viaje de dos días en
barco a lo largo de varios afluentes del rio Amazonas. Los
preparativos son de sobra conocidos en cuanto llegas a Yurimaguas, ya
que por todos lados te asaltan vendedores informándote de lo que
necesitas. Una hamaca para colgar en la cubierta del barco, ya que
esta es la única manera de dormir de forma “cómoda”, aunque
siempre tienes la opción del suelo, y los segundo imprescindible, un
tupper y cubiertos para que te sirvan la comida en el barco, ¡todo
lujo eh! :-P
Así que con nuestras recientes
adquisiciones, tomamos un motocarro al puerto, y tras hundir
literalmente mi pie en el barro, sortear a varios cargadores de
mercancías que sudaban la gota gorda, subir por una tabla de madera
al barco, y colgar (con la ayuda de un trabajador) nuestra hamaca en
cubierta, ya teníamos todo preparado para nuestro primer “crucero”
de dos días.
El puerto de Yurimaguas en pleno ajetreo cargando el barco
La verdad que el viaje se hizo menos
pesado de lo que esperaba, a pesar de estar rodeados por hamacas de
alemanes que formaron una pequeña mini-colonia germana. La comida
que daban en el barco no es que fuese precisamente de guía Michelin,
agarré una torticolis que me tuvo en modo robot durante varios días,
pero aún así las charlas que tuvimos con la gente local y otros
mochileros, los juegos de cartas y alguna película en el portátil
hicieron más amena la travesía.
Y por fin, tras algo de menos de 48
horas atravesando las turbias aguas del rio amazonas y sus afluentes,
llegamos a Iquitos, la cual, al igual que Tarapoto, se caracteriza
por la orda de motocarros que inundan la ciudad de ruido y
contaminación. Y, ¿qué hay para hacer por Iquitos? Lo primero,
pasar calor, muuuucho calor. Y una vez teniendo eso asumido, la vida
turística de la ciudad se concentra sobre todo en actividades en sus
alrededores, sobre todo las excursiones a la selva y los rituales de
Ayahuasca, una planta alucinógena alrededor de la cual hay un gran
negocio de espiritualidad, chamanes, rituales, personas con ganas de
conocer un poco mejor lo que corroe por su interior, y personas con
ganas de conocer una nueva sustancia que ponga a prueba los límites
de su cerebro.
Puerto de Iquitos
El primer día nos dedicamos a explorar
los atractivos de la propia ciudad, aunque para nuestro gusto, no
pudimos contar demasiados. Aunque como en todas las ciudades de
Sudamérica, fue toda una experiencia visitar el mercado del barrio
de Belén, en el que puedes encontrar todo lo que te imagines en lo
relacionado tanto a comida como a objetos de primera necesidad. Eso
sí, las condiciones sanitarias y el olor que desprendía más de un
puesto de comida quitaban las ganas de aventrarse a comprar algo.
Aparte del mercado, Iquitos tiene un malecón que recorre los ríos
Itaya y Amazonas, interesante para dar un paseo y por la zona del
barrio de Belén observar las duras condiciones de vida sobre las
aguas del río, no sólo en cuanto a las infraestructuras de las
csas, sino sobre todo en cuanto a la cantidad de enfermedades que se
deben originar por el estancamiento de las aguas.
Pero para ser justos con la visita a
esta zona, he de decir que en cuanto a las actividades que se pueden
realizar en sus alrededores relacionadas con la naturaleza bien vale
2, 3 o 5 días de barco. Una de las visitas obligadas cerca de
Iquitos es al Centro de Protección de Manatíes. Se trata de un
centro de rescate de manatíes, nutrias, simios, y otras especies,
los cuales suelen ser recuperados de manos de personas que los
utilizan como mascotas, pero que no tienen ni idea de cómo
cuidarlos, o personas que tratan de hacer negocio con su piel, su
carne... Bendito el día en el que los animales vieron aparecer al
ser humanos en la tierra...
La visita al centro es toda una
delicia, no sólo por ver de cerca estas especies, sino que ¡incluso
puedes tocar y dar de comer a los manatíes! Y es que son una especie
tan dulce y pacífica, que ha pesar de su tamaño, es toda una
experiencia acercarse a ellos, tocar su piel con tacto de goma
humedecida, y meter la comida en su boca sin dientes pero que aún
así te da respeto por el tamaño del animal.
Dos de los manatís del centro
Dando de comer al manatí
Ewe con su nuevo amigo, un pichico de barba blanca, fan de los cabellos rizados
No dejó de ser curioso el hecho de que
al llegar antes de que el centro de protección abriese, algún
conductor de motocarro se nos acercó para proponernos el llevarnos a
un zoo que había cerca para ver muchas otras especies... Estamos
esperando para visitar un centro de rescate de animales y nos
proponen ir a ver un centro de enjaulamiento de animales... :-O En
definitiva, visitar un lugar como el centro de manatíes es una
experiencia de esas que sales con una gran sonrisa en la boca,
primero por tener la oportunidad de tener un contacto tan cercano con
los animales, lo cual siempre supone una recarha energética enorme,
y segundo, por ver que en este mundo dominado por la sensación
humana de superioridad sobre todo, aun existen asociaciones
dispuestas a dar la vuelta a la tortilla y ayudar a que los animales
sigan siendo lo que han sido durante toda su existencia anterior al
ser humano, libres.
En casa de David antes de empezar el tour, se nota por las sonrisas de frescura...jeje
El tour empezó con un viajecito de algo más de una hora por las aguas del rio Putumayo, hasta llegar a la comunidad donde nos esperaban los abuelos de David con un delicioso almuerzo, y nuestros compañeros selváticos durante esos dos días, Josías el silencioso y el gran contador de historias Abeluco. Una vez con los estómagos felices y el equipo preparado, comenzamos la primera pateada de unas dos horas selva a través, hasta llegar al campamento que David montó hace años, pero que por cuestiones personales la selva había ido comiendo poco a poco. Fue simplemente la primera etapa para llegar al lugar donde pasaríamos la primera noche, pero ya pudimos vivir alguna mini-aventura, como cuando tuvimos que pasar un canal de agua a causa de las últimas lluvias, con la única ayuda de una liana con la que primero pasar al otro lado las mochilas y luego nosotros. Y aunque parezca mentira, tuvo que ser el más experimentado de todos en la selva, Josías, el que hiciese las delicias de nuestras pupilas deseosas de ver algún chapuzón, una pena que no quedasen pruebas fotográficas...jiji
Ohhhhh Ohhhhh Ohhhhhh
Así que tras montar el campamento, empezó la primera gran-aventura, una excursión nocturna por la selva en busca de todo tipo de insecto, roedores, reptiles, mamíferos... Vale que íbamos acompañados por dos locales que han crecido rodeados de bichos y selva, vale que iban armados con pistolas y machetes por si acaso, pero aún así, ir paseando por la selva de noche, escuchando sonidos que quizá mejor que se queden en eso, en simple sonidos, hacía que el agujerillo trasero tuviese una tensión constante capaz de partir nueces...jeje. Finalmente el paseo nos regaló ver una tarántula algo tímidita que sólo nos mostró sus vergüenzas, alguna dulce ranita venenosa, y varios insectos entre los cuales se encontraban la futura cena de nuestros compañeros.
El nidito de amor montado
La tarántula vergonzosa
Los suris que sirvieron de postre para algunos
Ranita en pleno paseo nocturno
Después del agradable paseo, nuestros guías nos deleitaron con una improvisada y deliciosa cena, amenizada al final con las apasionantes historias de Abeluco acerca de sus encuentro con el Chullachaqui, el duende protecto de la selva al cual se debe ofrecer mapacho (tabaco local) para ganarse su afecto, o sus experiencias con las sirenas del rio y el respeto hacia la Pachamama, la madre tierra. Imaginación, misticismo, síndrome de la selva, realidad... sea la que sea, es toda una experiencia estar sentado al lado del fuego escuchando las historias de este gran personaje.
Abeluco dando lo mejor de sí mismo
Para el segundo día, nos esperaba algo más de palicilla, pateando y pateando la selva durante más de 8 horas. Lo cual teniendo en cuenta que cargábamos con bastante peso, y que había que ir abriendo camino o construyendo puentes improvisados para cruzar canales, físicamente resultó algo durillo. Pero anímicamente, toda una maravillaa, ya que aunque no nos cruzamos con ninguna bestia tipo anacondao jaguar, (que a decir verdad tampoco hacía falta), sí que pudimos aprender muchísimos sobre plantas medicinales e insectos selváticos, y comprobar una vez más como nuestra querida madre tierra nos proporciona un equilibrio perfecto y todo aquello que necesitamos, otra cosa es el tipo de uso que se le dé a todos estos regalos por el hombre... Plantas como el parchahueso, para curar fracturas óseas, la jergonsacha, como antídoto ante la mordedura de algunas serpientes, o la chirisana, ideal para atritis, reuma...
¡Y la segunda caída del tour fue para nuestro guía!
Ewe cruzando el puente improvisado
Momento meditativo sobre lianas
Efectos de las historias de Abeluco
Y ya como último plato de la aventura selvática, nos dirigimos en la barca hacia Iquitos, pero antes de ir al puerto, nos dirigimos hacia el inmenso río Amazonas a ver si los famosas delfines grises y rosados de la zona estaban de humor para dejar ver, ¡y resulta que sí que lo estaban! Supongo que cada uno tiene ciertos animales que siempre sueña con ver en su hábitat natural, en nuestro caso uno de ellos es el delfín, ¡y si encima es el delfín rosado y en el Amazonas para qué pedir más! Una pena que por el mínimo tiempo que aparecían, apenas tuviésemos tiempo de sacar un foto decente, os dejo lo poco que se salvó.
Con el capitán David durante el paseo matutina
Transportando madera por el río
Hay que tener buena vista para ver al delfín
Y con todo estó concluyó nuestra gran experiencia por la selva, la cual nos dejó más que satisfechos, y con aún más hambre de naturaleza en estado puro. Aunque por cómo funciona el mundo actualmente, para ver algo así en su pura esencia, necesitas días y días alejado de la civilización, para llegar a algún lugar en el que los animales se sientan totalmente libres, al menos en lo que se refiere al ser humano.
Disculpad por la pedazo de chapa que me ha quedado en el post, pero uno no puede ir a pasear todos los días por la selva amazónica, y para compartir algo así necesitaría creo que 4 o 5 post más...jeje. ¡Tranquilos! Sólo es una broma... :-P
Un abrazo enorme y nos vemos en Lima, pero esta vez llegando en avión, que ya tuvimos bastante con la experiencia del barco para llegar a Iquitos.
"El arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando." Voltaire
Hola! me gustó mucho la historia! quiero ir a Iquitos en agosto de este año, podés darme info sobre precios y esas cosas?? Lo agredecería muuucho!
ResponderEliminarSaludos!
Holaaa! Pues mira, el barco para ir desde Yurimaguas hasta Iquitos nos costó 100 soles, ten en cuenta que debes llevar una hamaca (25 soles en el mercado) y un tupper con cubiertos. Para lo de la hamaca, si no lo necesitas el resto del viaje, se pueden alquilar en el mismo barco por 10 soles. Y otra cosa, es aconsejable no ir en barco hasta el mismo Iquitos, ya que puedes bajarte en Nanay, que en combi está a 1 hora de IQuitos (10 soles), y el barco tarda más de 6 horas. En Iquitos, nos alojamos en el hostal las golondrinas, 50 soles la habitación privada. Y el tour por la selva lo hicimos con un chico que se llama David, "el titi", 100% recomemdable! www.el-titi.com El tour nos costó 400 soles, 3 días/2 noches, siendo dos personas. Pero este precio ya lo negocias en función del número de personas, qué quieres hacer en la selva... Espero que con esto te sirva, cualquier cosa me dices! un abrazo
ResponderEliminarExcelente, Tarapoto hace poco estuve por ahí con la empresa http://leitoinntarapoto.com/paquetes se las recomiendo son unas personas maravillosas quienes me brindaron un paquete completo con los mejores guias
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