domingo, 30 de marzo de 2014

Algún día tenía que llegar, final de la aventura en Colombia en Popayán

Íbamos evitándolo poco a poco, que si un par de días más en Medellín, que si nos quedamos un poco más en Manizales para ir al festival Hare Krishna, que si otro día más en Salento para actualizar el blog... A quién pretendíamos engañar, ¡lo único que intentábamos era retrasar el fin del viaje por Colombia lo máximo posible! jeje. Pero a pesar de encontrarte tan a gusto en un país, a pesar de sentir que será difícil encontrar gente con la que sientas tanta conexión, las ganas de seguir viajando, conocer otras culturas, otros olores, sabores... aún continúan. De todas maneras, Colombia seguirá estando ahí, así que nunca se sabe... :-P

Como destino final en Colombia pasamos unos días en la ciudad de Popayán, a unos 300 kilómetros de la frontera con Ecuador. Popayán es famosa porque hace unos años fue declarada Ciudad Unesco de la Gastronomía, :-o... ¿Vosotros habéis podido comprobar esa fama? Pues nosotros tampoco... No sé si porque al ser vegetarianos nos perdimos algunas de las delicias gastronómicas de la región que han dado tal fama a Popayán, pero según nuestros paladares se lo han pasado mejor en muchos otros lugares del país.

Títulos honoríficos aparte, la ciudad es conocida también por su centro histórico, compuesto por pequeños edificios todos ellos de color blanco, lo cual podría ser una delicia para la vista y las cámaras de fotos, si no fuera por la cantidad de tráfico y contaminación que envuelve toda la ciudad, los cuales enturbian en gran medida el aspecto colonial del centro. Aunque bueno, para ser justos, no deja de estar de más pasar una mañana recorriendo las calles de Popayán y ocupando un poco más la memoria de la cámara.

Patio interior del Ayuntamiento de Popayán 


Calles del centro histórico de Popayán

Bueeeno, para ser aún más justos, he de decir que dentro de la faceta gastronómica de la ciudad, tuvimos la agradable sorpresa de encontrar una variada oferta de restaurantes vegetarianos considerando el tamaño de Popayán, que aunque no nos pareción que tuviesen una gran calidad, por 4000 pesos (menos de 2 €), tenías un almuerzo con 7 platos a elegir, vamos, ¡que nos pusimos las botas!

Pero uno de los principales atractivos cerca de Popayán, es el mercado indígena de Silvia. Silvia es un pequeño pueblo a 1 hora en bus desde Popayán, en el que cada Martes se celebra un mercado protagonizado por la comunidad de indios guambianos. Esta comunidad ha tenido la fortaleza de preservar tradiciones desde tiempo pre-incaicos, resistiendo a la influencia de los "avances" de la civilización, aunque ya se veía a alguno disimuladamente sacando el móvil o vendiendo discos con los últimos hits en música indígena (una experiencia surrealista ver los vídeos musicales indígenas...) Poseen una lengua propia, el misak, que como suele pasar con las lenguas indígenas, al menos yo no entendía ni una palabra. Tanto hombres como mujeres visten con ropas tradicionales como sombreros, faldas y botas. Cada Martes la comunidad guambiana se acerca al pueblo de Silvia para vender desde productos alimenticios que ellos mismo producen, hasta productos textiles creados por ellos.

Familia guambiana

La verdad que pasear por Silvia este día de mercado es toda una experiencia de nuevas sensaciones, con nuevos sonidos a través del idioma misak, nuevos olores en forma de verduras y frutas nunca vistas... En definitiva, es vivir dentro de nuestras posibilidades unas horas la vida de la comunidad guambiana, aunque eso sí, algo desfigurada por la presencia de alguna cámara de fotos y turistas como nosotros sin sombrero, falda y la piel algo más clarita.


Mercado de Silvia

Aparte de esto, pasamos un par de días más en Popayán en los que tuvimos el placer de conocer a una prima de John, uno de los chicos que conocimos en Manizales, y por supuesto seguir disfrutando de la oportunidad que nos brindaba la ciudad de llenar abundantemente nuestras tripitas, con diversos platos vegetarianos a precios tirados.

Tras Popayán, tocaba poner rumbo hacia la frontera entre Colombia y Ecuador, haciendo una parada técnica de una noche en el pueblo más cercano a la frontera, Ipiales. Se trata de un pueblo en el que no hay mucho por hacer, y que una de sus principales fuente de ingresos es el hecho de estar tan cerca a la frontera. Aunque sí que hay una excursioncilla en Ipiales que merece mucho la pena para pasar una mañana, el santuario de Las Lajas. Se trata de un santuario construido en las faldas del valle del río Guáitara, de manera que no sólo impresiona la arquitectura del edificio, sino sobre todo el lugar donde fue construido.


Santuario de Las Lajas

Como suele pasar con este tipo de santuarios en lugares remotos, su construcción se debió a un milagro que sucedió en el siglo XVIII en ese lugar. Según la leyenda, cuando una mujer viajaba con su hija hacia tierras peruanas, se vieron sorprendidas por una tormenta y se resguardaron en las faldas del cañón. Hasta que en un instante, un relámpago iluminó una imagen de la Virgen del Rosario sobre una laja, la cual fue vista por la hija, hasta entonces sordomuda, y exclamó: "Mamita, la mestiza me llama..." Después, el típico protocolo de los agente del departamento de calidad de milagros de la Iglesia comprobaron que el milagro fue cierto, y procedieron a construir la Iglesia, y dicho sea de paso, garantizar el sustento económico de la zona a través del turismo. :-D

Santuario de Las Lajas


Así que tras la breve parada de un día en Ipiales, mochila al hombro, y buseta hacia la frontera, rumbo al 3º país en la etapa americana, rumbo a una vieja conocida para mí, la pequeña y poco explotada turísticamente Ecuador. Pero será en el próximo post donde empezamos a hablar sobre el quichua, el paso fronterizo, los simpáticos indígenas del norte de Ecuador, y alguna experiencia no tan agradable...


"Yo soy nacionalista, y mi país es el mundo". Gandhi

sábado, 22 de marzo de 2014

Para los amantes del café... ¡Salento sería vuestro paraíso!

¿Jugamos a las adivinanzas? Yo os digo una serie de frases, y tenéis que adivinar qué relación tienen entre ellas: arábica, colombiano, Juan Valdés y su burrito, ese olor que cada mañana logra que tus sentidos comiencen a despertarse, esa excusa para hacer un descansito en el trabajo (a veces la principal motivación para ir...), cortado, con leche, capuccino, expresso... Bueno, no creo que hagan falta más pistas, en este post nos adentramos de lleno en una de las señas de identidad de Colombia: ¡EL CAFÉ!

Como ya os conté en el último post, nos encontrábamos en la región conocida como el Eje Cafetero, donde se concentran la mayoría de plantaciones cafeteras, y en mi opinión, los más bellos paisajes naturales y personas que te puedes encontrar en el país. Y dentro de esta zona cafetera, Salento es uno de los destinos más encantadores de los que hemos podido conocer. Para viajeros de nuestras características, que somos más de pueblecitos pequeños, con encanto, con gente amable, donde por ir a tomar algo a un bar ya te tratan como uno más del pueblo de toda la vida, donde con una excursión de apenas un par de horas te sumerges en la naturaleza... Por todo esto, el pueblo de Salento se convirtió en toda una delicia para nosotros, tanto para la vista como para el paladar, gracias a sus típicos patacones.

Calle principal de Salento 

Puerta de entrada en Salento 

Patacón mitad con hogao mitad con champiñones

Sin embargo, el primer día en Salento estuvo protagonizado no por este encanto rural, ni por las sonrisas de sus habitantes, ni siquiera por la belleza de sus paisajes, sino por cierta sensación de que algo iba a pasar, de que algo sería inevitable, de que te gustaría que las horas se alargasen, como cuando estás comiendo ese helado que tanto te gusta y deseas que nunca se acabe... Aquel primer día en Salento lo pasamos con John y Jhonatan, nuestros queridos amigos que conocimos en Manizales, pero a su vez significaría nuestra despedida de ellos, la cual haciendo honor a su fama de buenos papis, no se produjo hasta que se aseguraron que encontrábamos un hostal en el que nos sintiésemos a gusto. Fue una despedida temporal, seguro, ya sea en esta vida o en alguna otra, sólo es cuestión de que volvamos a estar bien atentos para reconocernos.


Ewe con Jhonatan y John en el mirador de Salento

 El caracol con Jhonatan y John


El precioso hostal "La montaña" en Salento


Aparte de por estar situado en el corazón del universo cafetero, Salento es conocido por la habilidad artesana de sus habitantes a la hora de crear bisuterías, ropa o complementos. Lo que es lo mismo... ¡fue muy difícil no arruinar el presupuesto del viaje y nuestras espaldas cargando con bolsos, jerseys, pulseras, collares, figuras...! sobre todo a una mochilera polaca que suele ir a mi lado, jeje. Y no era para menos, artesanías llenas de colores, de originalidad, de manos pacientes, de precios más que atractivos, y expuestas en tiendas montadas con mucho cariño, que hacían que cada vez que entrases en una viajases hacia un nuevo mundo.

Tiendita de artesanias en Salento 

Cafetería en Salento, con una antigua cafetera a la derecha


Una de las actividades que llevaba tiempo en la lista de los "DEBE" en Colombia era la visita a una plantación cafetera, muy populares en el Eje Cafetero, pudiendo encontrar desde grandes haciendas que te preparan un tour a todo lujo, casi tatuándote la cara de Juan Valdés y su burro en el brazo, hasta pequeñas plantaciones donde el propio dueño te muestra por unos pocos pesos su trabajo del día a día. Para nuestra preferencia de las experiencias más familiares y cercanas, la segunda opción era la ideal, y cerca de Salento había una buena oportunidad, la finca de don Elías. Se trata de una pequeña finca a la que se llega tras una amena excursión de 1 hora a pie, amena sobre todo porque ese día llovió a cántaros y pasamos de tratar den no manchar nuestras botas con apenas una gota de barro, a meter los pies por completo... Pero merece la pena por los paisajes cafeteros que cada pocos pasos te encuentras por el camino.


Paisajes durante la ruta cafetera

 Además, ¡en el trayecto encontramos un restaurante vegetariano! En un pueblito enano, en un camino en medio de la nada, encuentras gente preocupada por su bienestar interior, el de otras personas y el de los animales, ¡increíble! Así que tras cuidar nuestros paladares con unos deliciosos platos a base de los productos que nuestra generosa tierra nos regala, llegamos a la finca de don Elías, un simpatiquísimo señor cuya vida siempre ha girado en torno al café, y caracterizados al más puro estilo cafetero.

Entrada a la finca de don Elías 

Con don Elías y su nieto

De la visita a la finca se encargó su nieto, el cual por tradición familiar a heredado la pasión por el buen gusto hacia el cultivo del café. Nos habló acerca de la existencia de diferentes especias de granos de café, desde los granos de café arábica, hasta el colombiano o el robusto típico de África; sobre la idoneidad de las características geográficas y climatológicas de Colombia para su cultivo, o sobre las marcas de fama mundial que según su opinión se merecen el calificativo de buen café, (de marcas vendidas típicamente en España mejor ni hablar, incluído los famoso nespresos). Aunque como gran ejemplo de la unidad existente en el universo, se utilizan otras especies vegetales como el árbol de yuca para evitar corrimientos de tierra, árboles frutales para evitar plagas o el árbol de banano para que gentilmente ofrezca sombra a las plantas cafeteras, como una orquesta, cada plantita con su instrumento y su función.


Granos de café arábica


Una vez recogidas las semillas del café, lo cual se realiza dos veces al año, éstas pasan por una máquina conocida como despulpadora, la cual se encarga de retirar la piel exterior para quedarse sólo con el grano, el cual se fermenta durante 24 horas para pasar luego al secado. Una vez sequitos los granos, se realiza el último e importante proceso de tostado, el cual en el caso de las exportaciones se hace en el destino, ya que en función del tiempo de tostado el café adquirirá un sabor más o menos fuerte. Que po cierto, del considerdo café colombiano de calidad, en el país apenas se queda un 20%, siendo el resto exportado a países occidentales, mientras que del café colombiano de menor calidad, ese sí que no interesa tanto y se queda el 50% en Colombia... La historia de América Latina se repite una y otra vez... Y una vez tostaditos los granos, ¡voilá! ¡Ya tenemos el famos grano de café colombiano! El cual puedo dar fe desprende un olor que incluso a un poco fanático del café como yo te hipnotiza.


A la derecha, el grano sin tostar, y a la izquierda ya tostado listo para moler


Tras esta sensorial experiencia, dejamos para el día siguiente realizar la excursión a uno de los parajes naturales más famoso de Colombia, el Valle de Cocora, conocido por cobijar entre sus terrenos a una especie de árbol única en todo el mundo, la palma de cera, uno de los árboles más altos del mundo (hasta 60-80 metros) y declarado "árbol nacional de Colombia", hoy en día a todo se le da un título honorífico...jeje

Palma de cera en el Valle de Cocora

La excursión por el Valle de Cocora, no consiste sólo en quedarte con la boca abierta ante las palmas de cera, sino admirar paisajes preciosos, únicos, de esos que al menos un servidor, es incapaz de capturar su belleza con una simple foto. Justamente unas horas antes recibí un mensaje de un amigo que me preguntó si durante el viaje había encontrado algún paisaje tan bonito como los que habíamos visto durante una ruta de varios días por el Pirineo catalán, pues no sé si lo superará ya que las características son diferentes, pero esa sensación de amor hacia la naturaleza, de que el mundo es un gran regalo que muchas veces no apreciamos ni cuidamos, y de que nuestra verdadera esencia está en el contacto con la naturaleza, la volví a sentir ese día, por primera vez desde aquella experiencia en los Pirineos.


Paisajes en el Valle de Cocora

Aunque la excursión fue algo durilla, sobre todo porque el camino estaba lleno de barro y en ocasiones se hacía difícil no hundirte a los caballo de Atreyu en "La historia interminable", la ya habitual compañía de un perrito que encontramos por el camino, y el premio de llegar hasta la finca de Omar, conocida como Acaime, en la que tras una durilla subida, te obsequia con una merecida agua-panela con queso, la compañía de unos preciosos colibrís, y en nuestro caso, una amena charla en la que nos contó sobre sus experiencias con los turistas, sobre todo con argentinos e israelíes, según él aficionados a marcharse sin pagar...jeje


Colibrís en la finca de Omar

Ewe con Omar

Entre unas cosas y otras, nuestra estancia en Salento fue un gran bálsamo para llevar mejor la reciente despedida de nuestra querida Manizales, y aumentar aún más nuestro ya declarado amor hacia Colombia, por su variada naturaleza, su encanto, sus pueblecitos, y sobre todo por su gente. Ahora pienso en todas las cosas que se dicen desde la ignorancia y la distancia sobre este país, y no puedo más que reir... Por mi experiencia personal, nunca el pasado fue tan injusto hacia la belleza y el amor de un pueblo.

"¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" Albert Einstein

martes, 18 de marzo de 2014

Desventaja de viajar, ¡las despedidas! Manizales, siempre en nuestro ser

Estás viajando durante varios meses por diferentes países, conociendo lugares increíbles, diferentes culturas, gastronomías, personas... A priori el plan parece perfecto, un disfrute continuo, sin embargo, también hay momentos duros. Los hay físicamente, como cuando viajas durante un día entero en incómodos transportes y luego toca buscar alojamiento con la mochila a cuestas, y los hay emocionalmente, para nosotros los más duros, como cuando nos toca despedirnos de unas personas que han sido nuestros ángeles, nuestros mejores amigos, nuestra familia durante unos días. Momentos de estos ya hemos tenido varios durante el viaje, uno de los más intensos fue al despedirnos de Lucía y John Alex tras un par de semanas en Medellín. Pero quién nos iba a decir que apenas con tiempo para volver a la tranquilidad emocional, el destino nos llevaría a Manizales, donde nos encontraríamos con dos almas gemelas que nos harían plantearnos seriamente no abandonarlas para nunca.

No me malinterpretéis, no me lamento por vivir momentos así, todo lo contrario, ojalá la vida estuviese llena de este tipo de emociones. Como predica la filosofía budista, nada en esta vida es permanente, y durante este viaje estamos asistiendo a un curso intensivo sobre ello. Y si vivimos despedidas tan sentidas, es porque la experiencia con esas personas ha sido especial, tan auténtica que mentalizarte de esa impermanencia se hace bastante duro. Pero antes de presentaros a estos dos protagonistas del post y de nuestras vidas, mejor presentaros la ciudad de Manizales.

Desde Medellín pusimos rumbo a Manizales, donde habíamos contactado con Mauro, un couchsurfer dueño de un café en el centro de la ciudad que se ofreció a alojarnos. Manizales se encuentra en la región conocida como el “eje cafetero”, donde como os imaginaréis es donde se encuentran las plantaciones productoras del famoso café colombiano. Al llegar a la terminal de bus de Manizales, tomamos el telecable hasta el centro, y llegamos al café de Mauro donde nos dio la bienvenida al nuevo clima frío con una deliciosa y calentita agua panela con queso, después del café, la bebida estrella de la zona. (La panela es azúcar de caña sin refinar, muy popular en Colombia)

Aguapanela con queso

No tuvimos que esperar mucho más para encontrarnos la primera sorpresa de nuestra estancia en Manizales, la cual marcaría en gran medida los días siguientes, conocer a John y Jhonatan, dos amigos de Mauro. En cuanto nos presentaron y supieron que éramos dos mochileros recién llegados, nos ofrecieron dar una vuelta en coche por Manizales y así nos iban introduciendo en la ciudad. Durante el mini-tour, nuestras cabezas no eran capaces de absorber tanta información y planes que nos ofrecían para los siguientes días: “les vamos a llevar a las termales, un sitio super chévere que les encantará”, “deben ir a la zona de Chipre, unos amaneceres increíbles”, “vendrán a mi casa un día y haremos un cena polaco-española”, “¿son vegetarianos? Mañana les llevaremos al templo Hare Krishna a comer un menú vegetariano delicioso”... ¡La aventura por Manizales empezaba con muuuuy buena pinta! Ya desde el primer momento notamos una conexión especial con ellos, esa sensación de encontrarte con alguien que te resulta familiar y con quien te sientes natural desde el primer momento, además, Jhonatan era vegetariano como nosotros, (John en proceso de conversión...jeje), lo cual es todo un alivio para nosotros para así compartir esta filosofía de vida y tener información de primera mano sobre restaurantes.

Nuestros queridos John y Jhonatan

El primer día en Manizales lo aprovechamos para visitar el centro. Bueno... aprovechar no sería el mejor verbo en esta ocasión, ya que el frío de la ciudad nos hizo ser bastante perezosos y levantarnos bastante tarde, entre eso y que apenas llegamos al centro, dimos una vueltecita, y cuando fuimos a comer al templo Hare Krishna nos encontramos con John y Jhonatan y ya nos quedamos charlando con ellos. De todas formas, de lo poco que pudimos ver, el centro de Manizales nos pareció muy acogedor, ameno, con mucha vida. No tan tranquilo como un pueblito, pero sin llegar al ajetreo y grandes edificios de una gran ciudad.

Centro de Manizales

Para el día siguiente Mauro nos recomendó ir a visitar el Recinto del Pensamiento, a las afueras de Manizales. Se trata de un lugar que alberga un mariposario, un bosque de orquídeas, un jardín oriental con bonsais y una zona de avistamiento de colibrís. En resumen, un lugar en el que estar en contacto con la naturaleza, y disfrutar con el sonido del increíble aleteo de los colibrís, la energía del jardín oriental o la belleza de las orquídeas y las mariposas.

Colibrí 

Colibrí 

 Orquídea
Jardín oriental

Y como este día si que nos habíamos levantado a una hora más decente, aprovechamos la tarde para ir a dar un paseito por la zona de Chipre, en una de las zonas altas de Manizales. A pesar de que este barrio es famoso por los bonitos atardeceres que regala, la bruma que sería compañera habitual de aquellos días no nos dejó asistir al espectáculo, pero sí a unas bonitas vistas.

Vista de Manizales desde Chipre 

Monumento a los colonizadores en Chipre

Para acabar el día, hicimos uso de uno de nuestros recursos gastronómicos favoritos, ¡la pizza! Pero al ir a pagar... ¡sorpresa! ¡Hemos perdido la cartera!, con todo el dinero que justo habíamos sacado ese día, la tarjeta con la que sacábamos dinero sin tener que pagar comisiones, y algunos carnets varios de menor importancia. Así que estábamos en la pizzería, sin un peso, y con la factura por pagar. Por suerte sí que teníamos el móvil, y pudimos contactar a nuestros ángeles de la guarda John y Jhonatan, que acudieron en nuestro rescate para pagar la cuenta y llevarnos a casa. Eso sí, antes de ir a casa, nos invitaron a un delicioso juguito para recuperarnos del susto...jeje ¡Qué haríamos sin ellos!

Y por si ya el tour que nos hicieron el primer día y el favor de venir a buscarnos y pagar la cuenta no fuese poco, al día siguiente nos llevaron a las aguas termales que hay a las afueras de la ciudad. Un lugar idílico, rodeado de verdes montañas, escenario del que disfrutar mientras tu cuerpo se relaja en la calentitas aguas sulfúricas que nos regalaba la tierra. ¡No vivimos mal eh! :-P

"Sufriendo" en las aguas termales

¡Y atención! Ahora llega uno de los momentos más especiales de los vividos hasta ahora en el viaje, sin desmerecer al resto. ¡La primera y seguro que no última actuación como cantante de Ewelina en América Latina! Sí amigos sí, si ya la gente que estábamos conociendo estaba haciendo de nuestra estancia en Manizales algo único, a ello se unió Joaquín, un mochilero argentino que también estaba alojado en casa de Mauro. Resulta que Joaquín también era músico, y justo el Viernes de esa semana actuaría en el café de Mauro, cantando varias canciones en solitario y algunas acompañado de conocidos, entre los que se unió Ewe para colaborar con un par de temas. Imagináos, un chica polaca, cantando con un argentino en Colombia canciones argentinas, parece un chiste...jeje. Así que Ewe estuvo entretenida durante un par de días aprendiendo y ensayando las canciones, lo que sirvió para que el resultado fuese una actuación genial, con el público que llenó el café alucinando con su voz y haciendo que supiese a muy poco el escaso tiempo de las dos canciones. Sí, ya sé que soy su novio y soy poco objetivo, pero no fuí el único que estaba con la boca abierta durante la actuación. Y para muestra, aquí os dejo un vídeo con parte de una de las canciones. La canción se llama "Un pacto para vivir", del grupo argentino Bersuit Vergarabat, un tema precioso. Disculpad por la calidad del vídeo, aparte de haber ruido por las voces de la gente, la simpática camarera buscó sus segundos de gloria...


Tras este día memorable y que ya hizo que Ewe fuese conocida en todo Manizales como la dulce voz polaca, nos esperaba al día siguiente una invitación por parte de Jhonatan al festival que su templo de Hare Krishna celebra todos los Sábados. A modo muy resumido, comentar que Hare Krishna es una comunidad de personas que comparten una filosofía de vida proveniente de la religión hindú, donde defienden principios como el vegetarianismo, evitar los juegos de azar, el sexo ilícito y las drogas y alcohol; en definitiva, tratar de no introducir en nosotros elementos perjudiciales, tanto física como espiritualmente. Durante el festival, pudimos asistir a cánticos en honor a sus líderes espirituales en lengua bengalí, danzas, una improvisada e increíble sesión de hip-hop de uno de los devotos, y por supuesto, aprovecharon la ocasión para pedir a la sensación del momento en Manizales, la cantante polaca, que hiciese una pequeña actuación, ¡a este ritmo ya nos veo de gira! Jeje

Ewe cantando en el templo

Del resto de los días en Manizales os podemos contar pocas cosas sobre lugares, fotos, paisajes... Y muchísimo sobre experiencias, relaciones especiales, conversaciones profundas, amistad, compañerismo. Todo ello gracias a los dos protagonistas que os mencioné al inicio del post, John y Jhonatan. Aquella conexión que percibimos desde el primer momento no hizo más que aumentar hasta niveles que jamás habríamos creído posible en tan poco tiempo, compartiendo experiencias e inquietudes muy personales, tratando de ayudarnos unos a otros tanto material como espiritualmente. En definitiva, creando un vínculo entre nosotros de esos que sientes que durará para siempre. Vínculo que no sólo se creó con ellos, sino con la ciudad de Manizales. Un lugar repleto de gente cercana, maravillosa, hospitalaria. Un lugar lleno de cultura, orden, limpieza, en el que te sientes acogido desde que pones un pie en ella, lo cual de verdad nos hizo plantearnos en un futuro apuntarlo como destino al que volver, quién sabe si para pasar una temporada o toda una vida, eso el tiempo lo dirá.

Para acabar el post, y por segunda vez desde que empecé esta aventura, quisiera dedicarlo a esas dos almas que ya forman parte de nosotros, esas dos almas de las que tuvimos que despedirnos entre lágrimas, esas dos almas a las que estaremos esperando siempre para reencontrarnos de nuevo tal y como hemos hecho en Manizales. ¡Gracias chicos!d

Los caracoles con sus nuevas almas compañeras

"Ahora os puedo contemplar en paz, puesto que ya no os como más." Franz Kafka al observar peces en un acuario. 

sábado, 15 de marzo de 2014

Los encantos de la ciudad de Medellín, ¡fuera mitos!

Ahora que nadie nos oye os voya ser sincero. Por la ruta que estábamos siguiendo en Colombia, y sobre todo por tener la oportunidad de visitar a John Alex y Lucía, Medellín era una parada obligatoria en la aventura colombiana. Sin embargo la idea de otra gran ciudad, una de las mayores de Colombia, tráfico, ruido, gente por todas partes, la impersonalidad caracteristicas de las grandes urbes... Ufff, ¡qué pereza! Pero el universo me tenía preparada otra gran lección. Uno que siempre intenta extender la filosofía de no prejuzgar, de ver y sentir las cosas por tí mismo aantes de opinar, ya véis... A veces se cumple el dicho de: “consejos vendo y para mi no tengo”.

Evidentemente Medellín no deja de ser una ciudad grande, de esas que al estar en un mirador la vista no te alcanza para ver ni a izquierda ni a derecha el final. Pero a diferencia de esas urbes que transmiten una sensación de caos, de desorden, con altos rascacielos rodeando pequeñas casas que tiene más de 30 años, con sonido de claxon por todas partes; Medellín nos transmitía la tranquilidad suficiente para que apeteciese salir a dar una vuelta, y simplemente envolverte de la incansable vida callejera y observar cómo la gente ponía en juego sus artes de disimulo para mirarnos con curiosidad, y es que dos europeos paseando por las calles de Medellín no pasan desapercibido.

Centro de Medellín

Como ya vistéis en el post anterior, la mayor parte del tiempo que estuvimos en cada de Lucía y John Alex en Medellín, nos dedicamos a conocer los alrededores de la región (Santa Fe, Guatapé, Parque Arvi...) Aunque también tuvimos tiempo para dedicar algún día a descubrir las entrañas de la ciudad.

El centro neurálgico de Medellín gira en torno a la Plaza Bolívar, donde entre otros edificios, están ubicados el precioso Palacio Cultural y el Museo de Antioquía, este último conocido especialmente por la gran colección de pinturas y esculturas que Fernando Botero donó al museo hace unos años.

Palacio de Cultura de Medellín 

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Plaza Bolíver en Medellín

Aunque no somos muy fanáticos de los museos, supongo que el particular y estilo único de Botero nos hizo no dudar demasiado sobre la visita al Museo de Antioquía. Para los que no conozcáis mucho al señor Botero, es ese pintor famoso por crear obras que personas con un gran volumen, que no es lo mismo que gordos.

Pintura "María Antonieta en una visita a Medellín"

El principal rasgo de las obras de Botero para los no expertos como nosotros es esa voluptuosidad de los personajes y objetos. Erróneamente se suele considerar que el objetivo de Botero es dibujar personas gordas, pero lo que hace es simplemente dar protagonismo al volumen para realzar la sensualidad del cuerpo humano.

Pintura "Muerte de Pablo Escobar"

Otra de las características de sus obras es la atemporalidad que utiliza cada vez que pinta su tan amada Medellín, como en el cuadro de la imagen superior, en el que retrata a Pablo Escobar en el momento de su muerto, pero conservando la Medellín del recuerdo de la infancia del artista, provocando así una disrupción temporal entre el momento de la acción y la ciudad. A pesar de que el estilo de sus obras nos gustó mucho, y sobre todo el juego que hace con los detalles, los colores, las formas... Gran parte de sus pinturas están dedicadas a una de sus grandes pasiones, la tauromaquia, de la cual se define como gran aficionado, “a pesar de ser evidente su crueldad”, para mear y no echar gota... La verdad, estoy totalmente en contra de la tauromaquia, me parece que contiene el más extremo salvajismo hacia la vida animal, y uno de los mejores ejemplos de la superioridad que el ser humano suele manifestar respecto a los animales. Será parte de la cultura, será una tradición de hace muchos años, pero también lo era ahorcar a delincuentes en la plaza del pueblo y no por ser tradición es excusa mantenerlo... Siempre habrá esperanza acerca de la evolución del ser humano con casos como Cataluña o Bogotá, donde ya se han prohibido este tipo de torturas.

Aparte de la plaza Bolívar, aprovechamos para dar algún paseillo por el centro de la ciudad, pasando por la plaza de las Luces, repleta de originales farolas, que seguro que por la noche ofrecerán un bonito espectáculo, o la escultura conocida como “El árbol de la vida”. Esta obra nos encantó por el mensaje que transmite y la forma en que lo hace. Está compuesta por cientos de armas blancas recogidas durante la época más violenta de Medellín, con las que el autor creó una escultura con la figura de un árbol formado por cuerpos humanos, representando las víctimas de los tiempos más oscuros de Medellín. Simbolizando así el concepto cíclico de la vida, en el que a la muerte física le sigue una nueva vida, algo que no hace falta ser creyente de ninguna religión o filosofía para saberlo, ya sea para alimento de insectos, o compuesto orgánico para alguna planta, como simboliza la obra, el ciclo de la vida nunca se detiene.
Escultura "El árbol de la vida"

Plaza de las Luces en Medellín

En cuanto a más datos turísticos de Medellín poco más os puedo contar, ya que gran parte del tiempo que pasamos en casa de Lucía y John Alex nos dedicamos a hacer vida casera, aprovechando para leer, trabajar en el blog, descubrir nuestro nuevo vicio, el juego de cartas del UNO, tener profundas conversaciones con John Alex sobre religión, filosofía, la vida... Y por supuesto, ¡aprovechamos para deleitar a nuestros anfitriones con la más suculenta gastronomía polaca y española!

La cocinera en proceso de preparar "placki ziemniaczane", tortitas de patata 

¡A comeeeeeer!

Para terminar el post, y aunque ya lo comenté en el anterior, aviso a todo viajero que esté o vaya a estar por Colombia, a toda persona aficionada a la información de los medios de comunicación, a TODOS, Medellín es una ciudad fantástica, tanto para visitarla como para vivir, algo que pudimos comprobar conviviendo con mucha gente de la zona. Es una delicia pasear por ella, tanto por el más bullicioso centro, como por el adorable Jardín Botánico, los alrededores, mientras tu vista se deleita con los vendedores ambulantes de arepas, frutas de temporada... Si de verdad queremos saber algo sobre un lugar, un hecho, una persona, preguntemos directamente a quien lo haya vivido, a quien no tenga interés alguno en el efecto de su información. Es muy fácil crear una mala fama, pero es dificílisimo borrarla.

"Mugía el toro de dolor, bramaba de dolor, llenaba el aire, clamaba al cielo en vano. Los peones lo mareaban con los capotes. Y de repente miró hacia mí, con la inocencia de todos los animales reflejada en su rostro, pero también con una imploración. Era la querella contra la injusticia inexplicable, la súplica frente a la innecesaria crueldad." Antonio Gala