miércoles, 20 de agosto de 2014

Misiones nos recibe como un viejo camarada, con su exuberante naturaleza y su historia jesuítica

Existen situaciones de extrema alegría que te llevan a pensar que nada podría mejorar ese instante vivida. Hablando de forma personal, las experiencias vividas hasta ese momento en el viaje por Argentina en Humahuaca, Salta y Resistencia nos habían conducido a un estado de éxtasis total. Nuestra peleona e incansable mente humana nos martilleaba con la artificial duda: "En algún momento llegaremos a algún lugar en el que no nos sintamos tan a gusto". ¿Sabes lo que te digo querida mente mía? ¡JA! Si los días anteriores en compañía de gente inolvidable en Resistencia continuaron la espiral de buena onda argentina, nuestra llegada a la polifacética provincia de Misiones supuso un punto álgido en los 10 meses que llevamos viajando, comenzando por nuestra llegada a la capital de la region, Posadas, y siguiendo así el camino marcado por el río Paraná.

En Posadas nos esperaba nuestro primer couchsurfer "familiar", el bueno de Mario, que junto a su mujer, su hija y sus dos perritos hambrientos de cariño nos recibieron con los brazos y las patas abiertas durante 5 intensos días. La ciudad de Posadas, históricamente ha tenido bastante ajetreo por su situación estratégica, motivo que, como suele ocurrir debido a la insaciable ansia de poder humana, hizo que la ciudad fuese pretendida en diferentes épocas por paraguayos, brasileños y argentinos, no hace falta decir quién fue el "ganador" final...jeje. En Posadas, nos dedicamos básicamente a disfrutar de frescos paseos a lo largo del Paseo de la Costanera, el cual a lo largo del río Paraná, ofrece una curiosa panorámica de la ciudad paraguaya de Encarnación, a apenas unos metros de distancia y accesible a través del puente San Roque González de Santa Cruz.

Ewe con el río Paraná y Paraguay al fondo

Pero aparte de la bonita vista de Paraguay al atardecer, los principales atractivos de todo paseo a lo largo de la Costanera son cruzarte a cada paso gente local, que ya sea en bancos, caminando o en sillas plegables, disfrutan del ritual del mate, y dos esculturas, por un lado la estatua del queridísimo en América Latina Juan Pablo II, el cual representa como no podría hacer figura histórica alguna, a la población polaca que tanta presencia tiene en la provincia de Misiones. Y por otro, la imponente estatua del indígena andres Guazurary, más conocido como Andresito, importante figura en la indepencia de Paraguay y Argentina.

 
 Estatua del gran e inolvidable Juan Pablo II

Estatua de Andresito con Paraguay al fondo

Pero a decir verdad, la joya que logró conquistar nuestro recuerdo viajero durante nuestra estancia en Posadas, fue un pequeño lugar situado a unos kilómetros, un sitio famoso por su historia y por la conservación de la misma, la reducción jesuita de San Ignacio Miní. Esta reducción, comunidades formadas por guaraníes reunidos para ser evangelizados, forma parte del conjunto de reducciones compuestas por las de Loreto, Candelaria, Santa Ana y Santa María, que hacen de la provincia de Misiones un importante centro turístico-histórico-cultural de la época de la colonización.

Como muchos ya sabréis, parte del proceso de conquista española, supuso la evangelización de las comunidades indígenas que por temas del caprichoso destino en esos momentos habitaban las deseadas tierras. En este caso, fue la Compañía de Jesús fundada por Ignacio López de Loyola, los jesuitas, quienes se encargaron durante los siglos XVI-XVII y finales del XVIII de la evangelización de la comunidad guaraní que habitaba tierras paraguayas, brasileñas y argentinas. La llegada de los jesuitas a tierras guaraníes, supuso para los indígenas en cierta forma una bocanada de esperanza, eso sí, teniendo en cuenta su nueva situación debido a la llegada de los españoles, ya que los colonos sometieron a los guaraníes privándolos de su cultura, su tierra, su vida. Ante esta situación, los jesuitas supusieron un mal menor para los indígenas, ya que los religiosos los reunían "voluntariamente" en reducciones, en las que se debían respetar las costumbres cristianas, aunque también manteniendo por parte de los jesuitas algunas costumbres guaraníes, como el hecho de que los religosos españoles aprendieron guaraní para comunicarse con los indígenas y mantener el idioma que aun perdura, o manteniendo también cierto poder para los caciques indígenas. Así, aunque las primeras generaciones indígenas que formaron las reducciones eran más difíciles de adoctrinar, siempre con la puerta abierta para volver a la selva en caso de no adaptarse a la cultura cristiana. Mientras que futuras generaciones más "tiernecitas" y moldeables, fueron sumergidas en el cristianismo por completo, sobre todo a través de las artes como la música y la escultura. Pero por suerte, parte de la cultura indígena permaneció viva formando así una fusión de culturas que sobre todo en la música dieron nuevos estilos.

Calle de San Francisco de camino a la reducción jesuita 

Entrada y museo de la reducción de San Ignacio

De esta manera continuó durante decenas de años el funcionamiento de las reducciones jesuitas, unos felices por estar inculcando su impositiva religión a la gente colonizada, y otros también felices al pasar de una situación mala, en la que bandeirantes y colonizadores les sometían a la conquista de su tierras, a una situación menos mala. Hasta que a finales del siglo XVIII, la corona española ordenó la retirada de los jesuitas de la zona, a lo que se sucedieron las invasiones portuguesas y paraguayas, provocando así el abandono y destrucción de gran parte de las reducciones, de las que San Ignacio es la mejor conservada y restaurada.

La Iglesia al fondo y viviendas indígenas a los lados

Y puedo segurar que esos estados de reconstrucción y conservación logran que te metas de lleno en la historia de la reducción, que mientras paseas entre las estructuras de lo que fueron las viviendas de los indígenas te imagines a los niños correteando entre los árboles, a las mujeres en las casas cocinando con paciencia a base de fuego de leña, a los hombres realizando trabajos de construcción o agricultura. Todas estas viviendas por supuesto rodeadas de una naturaleza verde, espesa, acogedora, una naturaleza que ni los más sangrientos conquistadores no los más fervientes evangelizadores lograron que dejase de tener esa conexión especial con el pueblo indígena.


 Zona de viviendas indígenas

Una vez dejas atrás la zona de viviendas indígenas, se llega a la zona de viviendas de los jesuitas, las cuales rodean al patio central, presidido por el principal símbolo de la reducción en cuanto a la función con la que fue creada, la iglesia. Evidentemente en un estado actual para nada comparable con lo que sería en tiempos pasados debido al paso de portugueses, paraguayos y gente local sedienta de material de construcción.


Diferentes perspectivas de la fachada de la iglesia de la reducción

Y rodeando el edificio de la iglesia, otros espacios que caracterizaban la cultura y modo de vida d estas reducciones, como el cementerio, la escuela de oficios, o los terrenos de cultivo, que reflejan el espíritu comunitario a través de los terrenos que eran compartidos entre toda la comunidad.

En resumen, y para prueba de las fascinación que te envuelve mientras visitas la reducción de San Ignacio, fue que el plan del día era visitar otras 2 reducciones que están en el camino de San Ignacio a Posadas, pero al final, no queriendo despertar del sueño jesuita en el que nos habíamos sumergido paseando en San Ignacio entre aquellas ruinas abrazadas por la imparable naturaleza, como muestra el árbol de la siguiente foto, que albergará para siempre en su interior un trozo de historia en forma de columna.

La naturaleza recuperando el lugar que un día le robaron

Y par acabar esta primera etapa por la provincia de Misiones, no podíamos faltar a la cita con la visita a la población de Oberá, ni mucho menos por la ciudad en sí en la que apenas percibimos muchos atractivos, sino en esencia por el Parque de las Naciones, visita obligada para conocer la gran influencia extranjera que reside en Misiones, sobre todo en cuanto a influencia polaca y alemana. Y claro, contando a mi lado con mi polaquita fue toda una delicia ir encontrándonos que diferentes lugares en los que encontrarnos ejemplos de la influencia polaca en Misiones.

El Parque de las Naciones de Oberá es un terreno en el que las principales nacionalidades presentes en la provincia de Misiones cuentan con una casa, cada una por supuesto con el estilo de su país origen. Y como una nueva muestra de la fama que tiene Argentina como el país que recibe a todos con los brazos abiertos, en el Parque de las Naciones se celebra cada año la Fiesta Nacional de Inmigrante, una de las festividades más importantes de Misiones, en la que gastronomía, música, bailes... de diferentes países se dan cita para hacer un poco más cercana la utopía de la eliminación de las fronteras. Un paseo muy curioso alrededor del parque, disfrutando a cada paso de un nuevo país, y no porque mi compañera de vida es polaca, pero hay que decir que destacaba especialmente la constucción perteneciente a Polonia. :-P

Casa de estilo checo en el pueblo de Oberá 

Casa de la colectividad nórdica en el Parque de las Naciones 

Casa representante de Brasil 

 Casa polaca

¿Qué os parece hasta ahora Misiones? Bonito, ¿verdad? Pues aún queda muuuucho, pero lo que queda bien merece un post aparte, ya que no sería justo eclipsar lo contado hasta ahora con una de las maravillas naturales del planeta, un lugar en el que por muchas fotos que hayas podido ver, el estar allí resulta sobrecogedor, ¡las cataratas de Iguazú! No os perdáis el siguiente post, porque además de esta bestia de la naturaleza, la zona de Iguazú tiene experiencia maravillosas para contar.

¡Un abrazo!

"He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro." José Saramago, escritor portugués.

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