sábado, 8 de marzo de 2014

Parque acuático, un pueblo de cuento en Guatapé y al estilo Tarzán en parque Arvi

Reunión de escalera, no hay escapatoria, aquellos vecinos con los que siempre tratas de evitar cruzarte en el ascensor reunidos en un mismo lugar, a poner cara de que te interesa lo que cuenta el presidente de la comunidad, con una frustrada carrera política. Ánimo, ya queda menos para volver al pijama y a la comodidad de tu sofá... Cambiamos de escenario: empieza el mes de Abril, como cada día a la hora de la cena enciendes la tele para ver las noticias y así solucionar el continuo deseo de ocupar todos tus sentidos, cuando una de las noticias congela durante unos segundos la sangre en tus venas, sudores fríos empiezan a recorrer tu espalda, sí, un año más, ¡toca hacer la declaración de la renta! Un montón de pensamientos inundan tu mente: ¿dónde puse la del año pasado?, ¿qué papeles necesito?, ¿habrá "buenas noticias" y me tocará a ingesar ese dinerito que siempre ha sido mío pero que Hacienda ha utilizado a su gusto durante este tiempo?...

No sé vosotros, pero cuando me he visto en este tipo de situaciones me suele venir el pensamiento: "Ojalá volviese a ser un niño y simplemente preocuparme de jugar, la emoción de saber de qué será el bocadillo de la merienda (¡¡por favor que sea de Nocilla!!)..." Pues en Medellín, gracias en gran parte al gran niño que lleva dentro nuestro anfitrión John Alex, tuvimos varias experiencias en las que volvimos a sentirnos como renacuajos, riendo sin parar hasta doler la tripa, haciendo juegos en el bus, o sumergiéndonos en pueblitos coloreados de cuento cual Hansen y Gretel.

Infancia tecnológica en Guatapé

Creo que ese niño que todos hemos sido y del que la mayoría tendremos unos recuerdos inolvidables, nunca ha dejado de estar ahí, sino que como una cebolla, a medida que hemos ido convirtiéndonos en adultos, capas y capas de responsabilidades, preocupaciones, supuesto problemas, han ido dejando cada vez más al fondo de nuestro armario interior nuestro ser infantil. Porque al final todas esas capas que suelen venir en la etapa adulta no son más que trajes que nos vamos poniendo, pero no son más que eso, trajes, en nuestras manos está quitárnoslos hasta quedarnos desnuditos y volver a sacar ese niño que está deseando salir. Seguro que alguna vez habéis vivido, ya algo más creciditos, momentos de esos en los que no podéis parar de reir, en los que no sabéis por qué os comportáis de forma alocada, comenzáis a saltar, a bailar, a cantar, a hacer el tonto... (y no hablo de esos momentos después de tomarte unas cuantas copas). En esos momentos los "problemas" pasan al fondo de vuestro cerebro, no os acordáis de esa hipóteca interminable, de la discusión que tuvistéis con vuestra pareja, o de la dieta que llevas meses queriendo hacer sin éxito. Para mí esos son los momentos en los que nos "desnudamos", nos mostramos tal y como somos, sin capas, sin trajes. Ya como adultos, aunque muchos no lo crean, tenemos total poder sobre como mostrarnos al mundo, sobre qué personaje interpretar. Dejemos que el personaje de niño salga más a menudo, y aprovechemos la ventaja de poder vivir de forma coonsciente el gozo que es sacar nuestro lado más infantil, más auténtico.

Diversión infantil en el pueblo de cuento, Guatapé

Vaaaale, ya acabo el sermón espiritual...jeje. A lo que me quiero referir con todo esto, es que durante varios días pudimos disfrutar de ese niño interior. Primero con la visita al parque acuático de Los Tamarindos. Sinceramente, nunca he sido excesivamente aficionado a los parques acuáticos, una piscinita con burbujas por un lado, otra piscinita con olas, unos chorritos que según tu imaginación se convierten en las más profesionales manos fisioterapeutas, unos neumáticos para recorrer un circuito a 1 km/h... Pero al final la experiencia resultó ser todo un viaje hacia el mocosillo que todos tenemos. Todo empezó con el papi John Alex entreteniéndonos con juegos durante le trayecto en bus desde Medellín hasta Los Tamarindos, ya iba preparando el terreno...jeje. Al llegar al parque acuático, al ser un día entre semana, apenas había un alma, así que literalmente tuvimos prácticamente todo el parque para nuestro disfrute. De primer plato un poco de pilla-pilla en la piscina de las cascadas para ir calentando el cuerpo, viaje en el tiempo a los 15 años. Como segundo, neumático en mano y a los "rápidos" (se iba más rápido caminando que sobre el neumático), emocionantes persecuciones por ser el último sobre el neumático, apasionantes carreras por ser el primero en realizar el recorrido, momentos peligrosos al caer al agua, y si te tocaba en la zona de las cascadas, momentos de angustia al sentir la presión de toneladas de agua cayendo sobre ti impidiéndote volver a la superficie... Todo esto claro, desde el punto de vista de un niño de 10 años, ya que el viaje en el tiempo nos trasladó hasta esa época. Y de postre, la aventura más arriesgada, los interminables toboganes, kilómetros y kilómetros de bajada a la velocidad de la luz deslizándonos por curvas que ponían a prueba las fuerzas de la física, para finalmente llegar a la piscina llena de obstáculos en forma de algún bañista despistado, ya habíamos retrocedido hasta los 5 años de edad... Y parados ya en ese instante, tocó ir a la zona de comidas a recuperar fuerzas con los sandwiches que el papi John Alex nos había preparado, y una bolsa de patatitas por habernos portado bien durante todo el día... :-D Una pena no poder poneros fotos de la aventura acuática, pero la mayoría ya conocéis nuestra escasez de recursos audiovisuales acuáticos.

Como aún nos sobraban fuerzas y era prontito, fuimos a visitar el pueblo de Santa Fe de Antioquía, antigua capital del departamento de Antioquía, y muy conocida por la venta de la fruta conocida como tamarindo. 

Santa Fe de Antioquía

Santa Fe es un pueblo de esos acogedores, de los que te imaginas teniendo una casita para escapar los fines de semana y escapar de todo. Calles adoquinadas, sus habitantes reunidos en la plaza mayor charlando sobre la actualidad del pueblo... Como llegamos algo tarde y se hizo pronto de noche, no pudimos disfrutar en su totalidad del pueblo, pero sí que aprovechamos para tomarnos unos cuantos jugos en un local que John Alex conocía, y así degustar nuestros paladares con los sabores más exóticos de la tierra colombiana: tamarindo, chicozapote, lulo...

Santa Fe de Antioquía

Otra experiencia que vivimos para viajar atrás en el tiempo fue la visita al pintoresco pueblo de Guatapé. En lo que a pueblitos se refiere, probablemente sea el destino más conocido para visitar dentro de la zona de Antioquía, y sus motivos tiene. En primer lugar muy cerca se encuentra la enorme piedra de El Peñol, de la que hablaré más tarde, y en segundo y principal lugar, el pueblo de Guatapé ha procurado conservar una tradición local coloreando las fachadas de sus edificios con vivos colores, y adornando la zona inferior de las fachadas con dibujos que representan el oficio del local, ya sean escuelas, billares, tiendas...

Fachada de la guardería en Guatapé

El pasear por Guatapé se convierte en toda una delicia, en cada cruce no sabes por qué calle seguir, cada una de ellas te llamas con sus alegres colores y los balcones adornados con geranios colocados perfectamente para que la cámara no descanse.



Y en este caso no tuvimos la sensación de que se trataba de una atracción principalmente turística, como en otras partes que ves que la zona central es muy diferente del resto. En este caso, todo el pueblo conserva la misma estética, incluso edificios separados del centro.




Tras la visita a este pueblito de cuento, pusimos rumbo a la otra atracción del día, subir la famosa piedra del Peñol. Más de 700 escaleras para subir los 220 metros de este impresionante monolito. Y es que incluso para llegar hasta allí se podía disfrutar de un viaje en coloridas chivas que hacen las delicias de los locales, aunque nosotros nos conformamos con tomar un jeep que salía más barato...jeje

Moto chiva en honor a Juan Pablo II 

Nuestro taxi-jeep


La piedra del Peñol

A modo de curiosidad, comentar que en el lado opuesto de la piedra al que sale en las fotos, está escrita con letras enormes la palabra "GI". ¿Su origen? Que como suele pasar, la piedra se fue convirtiendo en un importante destino turístico, o lo que es lo mismo, dinerito. Por lo que los municipios de Guatapé y El Peñol solicitaron la apropiación del monolito. Y como si fuesen niños, los de Guatapé decidieron en medio de esa pelea escribir el nombre del municipio con letras enormes sobre la piedra, sin embargo, finalmente no lo consiguieron y se quedaron en la G y la U a mitad de camino...

¿Y qué tiene de emocionante pegarte la paliza de subir más de 700 escaleras para llegar a lo alto de un piedra enorme? Pues que como pasa en todo campo de batalla, siempre se intenta ocupar el lugar más alto, no porque se tenga ventaja de cara al enemigo, tonterías... ¡Sino porque se disfrutan de unas vistas impresionantes!



Y ya para acabar de forma breve el post más infantil de los que hasta ahora he escrito en el blog, la última aventura con la compañía de nuestro papi John Alex. En este caso, con una excursión al parque Arvi, a las afueras de Medellín. Ya la aventura comenzó bien, ya que para llegar al parque se ha de tomar un teleférico que te suba a la montaña en la que está el parque natural, trayecto que pudimos aprovechar para ver como los estratos de la ciudad evolucionan desde el más exclusivo hasta los de menos recursos a medida que se sube por la ladera. Parece que la gente con menos recursos económicos siempre nacen con buena forma física para pasarlos a las zonas más difíciles de acceder...


Vista de Medellín desde el teleférico

En el parque Arvi tienes un montón de actividades para poder hacer, desde caminatas, paseos en bici, parques de atracciones... Nosotros optamos por dar un paseito en bici y como plto fuerte del día, ir a un parque que tenía circuitos de habilidades para ir pasando de árbol a árbol al más puro estilo Tarzán.

Finalmente el "paseito" en bici se convirtió en una ruta que ni la etapa reina del Tour de Francia tendría nada que envidiar, al menos para "ciclistas" como nosotros. Primero una cuesta abajo larguísimo que casi provoca alguna salida de pista grito incluido, y como todo lo que sube baja según algún importante físico, unas cuestas hacia arriba con un porcentaje de desnivel que para mi que ni entraba dentro de la escala admisible... Vamos, que al final acabamos bici en mano y subiendo a patita, jeje.

Equipo ciclista preparado para la gran etapa

Tras la cansada y emocionante etapa ciclista, tocó el turno de enfundarnos el taparrabos de Tarzán e ir a escalar árboles. En el parque Arvi, hay un recinto en el que tienen montado todo un parque de atracciones para poner a prueba tu vértigo y habilidades realizando circuitos de árbol en árbol. Desde tirolinas, hasta puentes formados por una cuerdecita, cuerdas que simulan liana, o pasando a lo largo de inestables troncos. En resumen, lo pasamos en grande, una pena que no tuviésemos tiempo suficiente para hacer todos los circuitos, aunque la verdad, nos vino de lujo como excusa para descansar después de la ajetreada jornada.

El Tarzán vasco en plena faena

Y ya con todo esto ponemos fin a este post que me gustaría dedicar al ya mencionado niño que todos llevamos dentro, y al papi que nos ayudó a sacarlo durante unos días, John Alex. Disculpad la longitud del post, pero cuando el niño sale, se pierde la noción del tiempo, las palabras, y te concentros solo en disfrutar y disfrutar.

Toda verdad pasa por tres fases. Primero, es ridiculizada. Luego, recibe una violenta oposición. Finalmente, es aceptada como evidente. Arthur Schopenhauer

2 comentarios:

  1. AHHH que bien, me tuviste con una sonrisa en el rostro durante toda la lectura, la verdad es que la pasamos muy bien y fue maravilloso dejar que nuestro niño interior se adueñara de nosotros.

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    1. Igual que tú nos tuviste con una sonrisa en cada momento que pasamos juntos! Os queremos!

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