martes, 31 de diciembre de 2013

El reencuentro de los caracoles viajeros y primeros días en el nuevo mundo paradisíaco

65 días después de comenzar este gran sueño viajero, por fin llegó una de las fechas clave, el 12 de Diciembre, día en que tenía reservado un vuelo desde El Cairo a Barcelona, donde me encontraría con Ewelina, la nueva protagonista de la aventura, protagonista de mi vida y compañera de sueños. Pasaríamos en Barcelona apenas 24 horas, escasas para contarnos las experiencias vividas tras varios meses sin vernos, suficientes para coger las mochilas y poner rumbo hacia el continente latinoamericano, concretamente hacia México.

El plan era digno del más romántico guión de Hollywood, yo llegaría sobre las 16:30 al aeropuerto de Barcelona, Ewelina cogía un vuelo desde Polonia el día anterior, donde había pasado los últimos meses en casa de su madre acabando sus estudios, así que estaría en el aeropuerto esperándome. Los dos preparados para el momento en el que las puertas del área de recogida de maletas se abriesen, para que no se sabe de dónde una música romántica empezase a sonar y ambos corriésemos para abrazarnos mientras el resto de personas en el aeropuerto suspirasen con un “¡ooohhhh!” Peeeeeero, como supongo que el tiempo condicional que estoy usando en los verbos os hará sospechar, hubo un ligero cambio de planes...

Para empezar, la noche anterior al vuelo desde El Cairo, recibí un mensaje de Ewe diciéndome que había perdido el vuelo desde Polonia, que tendría que pasar toda la noche en el aeropuerto, y esperar al día siguiente un vuelo que salía sobre las 17:30, llegaba al aeropuerto de Girona, y coger un bus hacia Barcelona. Bueno, no pasa nada, iría yo a recogerla a la estación de bus y tendríamos un poco de menos tiempo para los preparativos. Además de esto, al llegar al aeropuerto de Barcelona, resulta que mi mochila se había quedado en Londres, donde había hecho escala, y que hasta el día siguiente entre las 8:00 y las 16:00 me la enviarían a casa de la hermana de Ewe y su cuñado, Kamila y Asiel, donde pasaríamos esa noche. El vuelo hacia México era al día siguiente a las 20:00, así que más emoción imposible... Pero de nuevo, con optimismo, si hay que estar un día más vestido con la ropa sucia con la que he viajado desde El Cairo no pasa nada... Por fin pude llegar a casa de Kamila y Asiel, ligero de carga, y duchita para ir a recibir a Ewe, que se supone que llegaría sobre las 23:00 en bus a Barcelona. Pues resulta que llegó una hora antes, y mientras la iba a buscar, ella ya estaba yendo hacia casa de su hermana... Así que el reencuentro tuvo que esperar un poco más entre que llegué a la estación de bus, me llamó Ewe para decirme que acababa de llegar a casa de su hermana, y ponía pies de vuelta hacia la casa...jeje. Pero aquí tenéis la prueba de que aunque costó, finalmente fuimos capaces de reencontrarnos 3 meses después.

¡Los dos caracoles por fin juntos!

Aún quedaba el tema de mi mochila, así que al día siguiente, fuimos a hacer unas cuantas compras necesarias para la nueva etapa del viaje, mientras esperábamos la llamada para recoger la mochila... Llamada que no llegó en toda la mañana ni tarde... Llamé a la aerolínea, y me decían que la mochila ya la tenía el transportista, pero que no podían contactar con él para saber cuándo me la daría, y entre unas cosas y otras, llegó el momento de tener que ir hacia el aeropuerto, sin mochila, y con la esperanza de que la tuviesen en el aeropuerto. Y efectivamente, ahí estaba mi linda mochilita, no sé si siquiera habría salido del aeropuerto, pero ya daba igual, la ropita limpia me esperaba y la tranquilidad de tenerla. Así que ya felices y con toda la ilusión del mundo, nos fuimos a facturar y a por los billetes. ¿Os acordáis lo que pasó cuando comencé el viaje, al ir a coger los billetes para viajar desde Barcelona a Israel? Aunque en ese caso al final me dejaron embarcar, me dijeron que sin billete de vuelta quizá no me dejarían entrar al país. Pues en este caso, más de lo mismo, nos dijeron que si no teníamos una forma de probar que saldríamos de México no nos dejarían volar ya que se arriesgaban a que en el aeropuerto de Cancún nos rechazasen la entrada y ternernos que pagar el vuelo de vuelta. No valió de nada comentarles el tipo de viaje que estábamos haciendo, que podrían mirar en el blog nuestro itinerario, nada... Con los minutos corriendo para que llegase la hora límite para facturar, nos recomendaron intentar comprar unos billetes de bus baratos de salida de México, al menos para tener alguna prueba, pero en el aeropuerto no funcionaba el 3G y no había manera de conectarse a Internet. Finalmente, una chica de la aerolínea nos miró con carita de compasión, y nos dijo que nos hacía una reserva de un vuelo de Cancún a Barcelona para dentro de un mes, que la podríamos usar para entrar a México, y que en 24 horas la anularía. ¡Que nunca se acabe esto de encontrar gente dispuesta a ayudarnos por el camino! :-D Así que ya con más tranquilidad, mochilas facturadas, billetes en mano, la ilusión de estar cumpliendo un sueño en la mejor compañía, un primer vuelo a Dusseldorf con escala de 9 horas pasando la noche, y vuelo de Dusseldorf a Cancún. Por comentar, con tanta historia cuando llegamos a Cancún, en el control de pasaportes, no nos pidieron ni billete de vuelta ni nada de nada, pero bueno, al menos íbamos preparados...

Pero ya todas esas aventurillas quedaban atrás, tantas horas de vuelo, el cansancio físico y mental... ¡Porque estábamos en México! ¡La aventura latinoamericana comenzaba! Ya las primeras impresiones nada más salir del aeropuerto fueron inmejorables, naturaleza por todas partes, clima caluroso, sonrisas, ¡carteles en español! Y es que después de varias semanas rodeado del clima desértico de Egipto, señales en árabe y rezando por encontrar a alguien que hablase al menos inglés, estos detallitos en México sabían a gloria.

Como Cancún es destino principalmente para turistas en busca de hoteles tipo todo incluido, decidimos escapar lo más rápido posible de allí y poner rumbo a Isla Mujeres, una isla a un par de kilómetros de Cancún, conocido por sus aguas cristalinas, playas de arena blanca y no tan turística. Así que después de un par de buses y un ferry llegamos al primer destino mexicano, donde pasaríamos 2 días en el hostal Poc Na, famoso por el ambiente mochilero. La verdad que el hostal estaba muy bien, sobre todo si tu intención es conocer gente joven de todas partes y pegarte fiestecilla por la noche en el bar que tienen en la playa. Aunque conocimos a algunos viajeros, nos dedicamos más a explorar la isla e ir preparando los siguientes días por México.

Hostal Poc Na, zona común

En cuanto a Isla Mujeres, es una delicia con algunos matices personales. La isla te la recorres de punta a punta en bici en apenas 40 minutos. Está formada por un pueblo donde están concentrados la mayoría de alojamientos y restaurantes, y otros pueblecillos a lo largo de la isla más locales. El primer día nos dedicamos a recorrerla en bici, disfrutar del colorido de sus pueblos,y poder crearnos una visión más o menos completa de su realidad.

Isla Mujeres, calle

Y por supuesto, la playita. Aunque la isla está rodeada por muchas playas, la mayoría están privatizadas por hoteles o clubs. Aunque por suerte, en la punta norte de la isla, permanece pública una de sus playas más bonitas, Playa Norte.

 Isla Mujeres, Playa Norte
Isla Mujeres, sexy sirena en Playa Norte

En la que pudimos darnos nuestro primer bañito en el mar Caribe, disfrutar de la temperatura del agua, su transparencia, el color blanco de la arena... Por desgracia, el siguiente día que pasamos en la isla estuvo lloviendo sin parar, así que simplemente nos dedicamos a contactar con algún couchsurfer para Mérida, el siguiente destino, ver cómo llegar, leer tranquilamente en el hostal...

Si le dedicas un poco de interés a la isla, aparte del pueblo turístico y algunos clubs de playa y de atracciones marinas que tiene, te das cuenta que Isla Mujeres es un sitio turístico más de esos que tiene dos caras. Por un lado lugares específicos turísticos, cuidados, con servicios, limpios, perfectos para la foto. Y por otro, en cuanto te alejas unos metros de esos lugares, la isla más local, con edificios a medio construir, casas de paja, basura, cables eléctricos formando parte del decorado... E incluso esto mismo lo notas con la gente, en la zona turística te ofrecen muchas sonrisas desde los restaurantes, tiendas de souvenirs, las cuales desaparecen rápidamente al comprobar que no estás interesado en sus productos. Mientras que fuera de esa zona, sientes que si te sonríen es porque de verdad lo sienten, y si no te sonríen, simplemente es porque no les apetece, así de fácil, mejor no dar que dar algo que no sale del corazón.

No digo que algo así sea poco común o que quedásemos horrorizados por ello, ya que esto parecido se encuentra en muchísimos lugares turísticos; sino que lo triste es eso, que no sea poco común...

A pesar de ello, en general la isla nos gustó mucho, aunque el hostal estaba en el pueblo donde están el resto de hoteles y restaurantes, y el ambiente era demasiado turístico para nuestro gusto. Así que para nosotros fue suficiente con estar un par de días, y ya poner rumbo hacía el México más profundo y colonial, la ciudad de Mérida, donde nos esperaba el couchsurfer Kike. La idea era quedarnos en Mérida 3-4 días, aunque como viene siendo habitual durante el viaje, la improvisación provocó un ligero cambio de planes, que evidentemente tendréis que esperar al siguiente post para saberlo. :-D

El pasado es imposible de cambiar, el futuro es algo incierto, lo único que tienes real y seguro es el presente, así que vívelo como se merece.

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